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viernes, 19 de febrero de 2021

BURBUJAS DE LUCES EN LA SOLEDAD.

En los agujeros de la soledad de la pandemia, se cuelan los brillos de vidas que  suceden en los rincones de  una ciudad ausente.




En la noche porteña, este verano del 2021 todo tiene una sutil música de melancolía. Sonidos de otro tiempo se presentan en la oscuridad, para encender momentos vividos, para impulsar vidas que claman por futuro en medio del silencio.






Fotos @eljineteimaginario

Avenida Córdoba y Reconquista. Ciudad de Buenos Aires.

jueves, 9 de enero de 2020

EL EDIFICIO DE FOSTER


No es el lugar que uno imagina. Desde el exterior, nada indica que alberga  una  concentración de 1500 funcionarios que es el corazón de la maquinaria política  y administrativa de la Ciudad de Buenos Aires. Es un espacio libre de sospecha de albergar la típica, tediosa y temida burocracia estatal. Más bien parece un centro de artes,  un gran espacio expositivo. También podría un ser un museo, un lugar de  convenciones o de amplias reuniones comunitarias. Pero el edificio diseñado por el arquitecto Norman Foster y desarrollado por el estudio Foster + Partners, es la sede del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires desde marzo del 2015.   




Cuatro años después de su habilitación, ya pocos destacan  las características  medio ambientales de este edificio de  alrededor de 45.000 metros cuadrados, desplegados en 4 niveles superiores y dos inferiores. Pero en el período de construcción, entre el 2010 y 2015,  tanto el gobierno de la ciudad como los principales medios,  pusieron la atención en su carácter de  edificio sustentable.
Tal denominación viene añadida con el certificado LEED Silver  (Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental), una calificación que se obtiene cuando un edificio es autosustentable en materia de climatización, iluminación y acústica general. El calificativo, en suma, no es más que una síntesis descriptiva de cuando un espacio aprovecha al máximo las ventajas comparativas del entorno para iluminarse, lograr la temperatura adecuada a bajo costo energético y amortiguar los ruidos del  entorno, al tiempo que se crea un clima de serenidad interior. Pero cuatro años después de su inauguración, los vecinos de la ciudad prestan más atención a sus características arquitectónicas que a los aspectos técnicos de ingeniería.
En la página oficial del estudio Foster + Partners se puede leer esta descripción de su trabajo
“El edificio sostenible que será la nueva sede corporativa del Buenos Aires Ciudad Casa de Gobierno, actualmente en construcción, ocupa una manzana entera en el barrio de Parque Patricios. El proyecto es reflejo del parque donde se encuentra el edificio, con patios ajardinados y pasarelas sombreadas, y utiliza materiales que se inspiran en el pasado industrial del emplazamiento para reforzar el carácter único del barrio. El proyecto se extiende hasta los lindes del emplazamiento y está organizado como un campus interno de «pueblos» interconectados por vías de circulación y patios exteriores ajardinados. Los luminosos espacios están unificados por una cubierta fluida que se sustenta en esbeltos pilares y se proyecta para dar sombra a la gran plaza de acceso. Un atrio que se eleva por toda la altura del edificio dirige la circulación a cuatro niveles de espacios de oficinas aterrazados, todos ellos con vistas directas al parque. Sobre una retícula de ocho metros cuadrados, las amplias placas de piso permiten un alto grado de flexibilidad en la planificación de los espacios de trabajo. Este proyecto pretende tener un impacto ambiental y social positivo en la ciudad y forma parte de una iniciativa general de regeneración del barrio de Parque Patricios, un antiguo parque empresarial de industria ligera situado al sur del centro urbano, que ahora emerge como foco de atracción de industrias de alta tecnología. Se trata del primer proyecto de oficinas que lleva a cabo el estudio en Argentina e incorpora distintos elementos de sostenibilidad con el objetivo de conseguir la acreditación LEED Silver. Entre ellos está la utilización de la masa térmica expuesta de los tableros de fondo de hormigón con vigas frías con fines de refrigeración, así como la reducción de la demanda energética gracias a las fachadas en sombra —que se orientan en función de la trayectoria del sol— y el fomento de la ventilación natural”.


Unos meses antes de la inauguración, el arquitecto Norman Foster decía: "La sustentabilidad está relacionada fuertemente a los recursos locales y el clima, y el edificio de Jefatura de Gobierno de Buenos Aires es una gran demostración de cómo la arquitectura puede trabajar con la naturaleza, a través de medios ambientales pasivos, para reducir el uso de energía. El techo se extiende como un cannopy para dar sombra, su estructura de hormigón que parece ondular libremente es tanto simbólica, como un edificio cívico y funcional en la regulación de la temperatura. Las celosías en las fachadas este y el oeste protegen el interior del deslumbramiento directo, mientras que los patios permiten el acceso de la luz solar en el corazón del edificio; de esta manera, el diseño del edificio es en gran medida una respuesta a su emplazamiento y al clima. El proyecto ha tenido un papel fundamental en la regeneración de este antiguo barrio industrial de la ciudad".
Mientras que David Summerfield, Jefe de Estudio en Foster + Partners, comentaba sobre este proyecto: "Este es un hito importante para nuestra oficina, y estamos orgullosos de que sea nuestra primera obra cívica en Argentina, siendo una oficina gubernamental tan importante para Buenos Aires. Su diseño es en gran medida una respuesta al contexto local, social y ambiental. Nuestro objetivo ha sido generar un edificio de gran flexibilidad, que celebra el maravilloso clima de la ciudad y su ubicación junto al parque, además de hacer un aporte positivo a la renovación del barrio".



El edificio de Foster está ubicado en la manzana delimitada por las calles Uspallata, Los Patos, Atuel e Iguazú, del  barrio Parque de los Patricios, frente al espacio verde del mismo nombre. Un  barrio que en sus orígenes (hacia 1870) albergó los basurales de la ciudad. Por ese tiempo a la zona se la mencionaba popularmente como “el barrio de la quema”, porque se incineraba la basura. En la primera mitad del  siglo XX, el antiguo barrio marginal, se industrializó al  ritmo del país y de la  ciudad. Con una ubicación contigua al barrio de Barracas, lugar de asentamiento de  las curtiembres que poblaron la ribera del Riachuelo desde tiempos de la colonia, el barrio Parque de los Patricios se fue cargando de pequeños talleres y  depósitos  industriales. Al mismo tiempo, creció el parque público con la habilitación de tres espacios: el Parque España, el Parque Florentino Ameghino  y el Parque de los Patricios  que, con sus 9 hectáreas, es uno de los más grandes de la ciudad, junto al Parque Lezama.
El edificio de Foster se instala en un lado de este espacio verde, forestado a la manera que lo pensó  en  el siglo pasado el arquitecto y paisajista Carlos Thays, con abundante cantidad de Tipas,  de unos cinco metros de altura y varios años de desarrollo.  El Parque de los Patricios es el gran pulmón verde del suroeste de la ciudad. A su alrededor son pocos los edificios de gran envergadura. Más bien, es  el  límite entre los altos edificios del lado norte y las casas bajas del lado sur. El diseño tiene en  cuenta este aspecto y lo aprovecha al máximo.
Al respecto, en relación al exterior, el  equipo de proyecto explica lo siguiente: Exteriormente, el edificio se caracteriza por su techumbre flotante, la que se estructura por pilares y se extiende en un profundo voladizo para dar sombra a la plaza de acceso y las fachadas. En el interior, el techo abovedado de hormigón a la vista expone su textura. El uso de materiales industriales refuerza el carácter anterior de las fábricas de Parque Patricios, mientras que la masa térmica de los plafones de hormigón, en combinación con las corrientes frías, ayudan a regular naturalmente la temperatura y a mantener las oficinas ventiladas. El proyecto será el primer edificio público Argentino en lograr la certificación LEED Silver. Cada aspecto de la planificación fue diseñado en respuesta a las condiciones climáticas locales, incluyendo la composición de cada fachada; las elevaciones oriente y poniente son sombreadas por una pantalla de celosías, que cubren la altura total del edificio.



El acceso  al edificio de  casi 25 me de altura, es a través de un atrio empinado que revela a primera vista las cuatro plantas superiores. Este atrio se eleva toda la atura del edificio, extendiéndose a lo ancho,  y los cuatro niveles de oficinas ingresan al espacio como balcones. Todos ellos con vista directa  al parque.
Los muros acristalados de altura completa llenan el espacio con luz natural y generan una conexión visual con el parque adyacente. Los cuatro niveles de espacios de trabajo se retranquean para crear una secuencia de terrazas internas. Todos los pisos están conectados por rutas de circulación de iluminación superior, interrumpidos por dos grandes patios ajardinados. Los espacios de actividad son abiertos, iluminados de forma natural, y visibles, garantizando una buena comunicación entre los departamentos y promoviendo un alto sentido de comunidad.
La plaza de acceso está sombreada por una ondulante cubierta de hormigón que se apoya en esbeltas columnas del mismo material.  En el interior, el techo abovedado de hormigón está texturado y expuesto volviendo a mostrar las ondulaciones en el alero voladizo exterior, como protección de la cristalera de la fachada trasera.
Fotos: sarmiento-cms / El Jinete Imaginario


martes, 26 de noviembre de 2019

EL GRAN ESCENARIO


Los teatros son esos lugares privilegiados de las ceremonias mundanas. Lugares especiales de exaltación. El Teatro Gran Rex de Buenos Aires es uno de esos sitios. Donde además de la carga emocional de la producción artística, se suma la leyenda de un escenario por donde pasaron grandes figuras del teatro, la música y la danza del mundo en el último siglo. Es un lugar clave de la cultura porteña y recinto consagratorio para cualquier artista en el  mundo.



El  edificio de unos de los coliseos culturales más importantes de  la ciudad, es de una austeridad suprema. Igual que el  Obelisco (el  mayor símbolo de la ciudad) no tiene ningún despliegue  arquitectónico que remarque formas o agregue elementos que cubran su desnudez.  Planos despejados y espacio suficiente para que la gente, los que participan de la vida diaria, le vayan cargando al lugar sus propias definiciones. El Teatro Gran Rex como el Obelisco, son de esos lugares que arquitectónicamente parecen que no dicen nada, pero están  llenos de significado y en constante cambio, por la participación de la gente en el imaginario cultural de la ciudad.
En lo más alto del frente del edificio, están grabadas sobre relieve en cemento, las letras del nombre. Desde la vereda de enfrente al teatro – ubicado en el número 857  de  la Avenida Corrientes – se puede ver la magnitud del  nombre que le confieren al frontispicio, un aire de tótem urbano en el corazón de la ciudad. La cubierta vidriada en su totalidad, solo marcada por las líneas laterales en hormigón, permiten observar el  movimiento interior en sus descansos y agitaciones de espectadores.  La característica principal de este edificio es su austeridad ornamental, la amplitud de los espacios destacados en los ventanales frontales y la envergadura.

Por las noches se puede ver la actividad social en dos planos simultáneos. La vida interior en  los distintos hall de los pisos superiores y la frenética actividad de la calle y el hall central ocupado por espectadores que realizan el prólogo a la función. Visto desde  la acera de enfrente, atendiendo la coloración dorada de su iluminación interior,  se puede seguir los movimientos de   la  gente e intuir los diálogos, encuentros y afectos entre quienes participan de esas ceremonias del  espectáculo.
El Gran Rex es un punto clave del espectáculo de Buenos Aires. Junto al Teatro Opera – que está enfrente – forman un conjunto cultural de primer  orden a nivel mundial y reciben anualmente a  las primeras figuras del espectáculo y la canción internacional. Tiene una capacidad de 3.262 espectadores.  No son tantos, comparados a otros centros mundial de grandes espectáculo, pero es mucho más de  la capacidad promedio de cualquier teatro. No son tantos tampoco si se compara la cifra con  el tamaño del  edificio. Pero una de  las características principales de este lugar, es  la amplitud de  los espacios de espera, circulación y espacios de descanso, que le dan un aire de  lugar de tertulia. Al menos eso es lo que sucede en  los momentos previos y finales de cada espectáculo o en  los descansos intermedios.











Fue  construido en 1937 en apenas siete meses. Poco tiempo si se tiene en cuenta el tamaño y la funcionalidad del lugar. Es un edificio clave de la  arquitectura moderna de Buenos Aires y una obra cumbre del estilo racionalista del arquitecto Alberto Prebisch, quien también fue el  autor del  Obelisco de la ciudad que – con el tiempo – se iba a convertir en   el símbolo porteño por excelencia. El trabajo de Prebisch en el  teatro, fue realizado en  sociedad y colaboración  con el  ingeniero civil Adolfo T. Moret.  Una participación determinante en  la  estructura general, ya que el Gran Rex está hecho en  hormigón armado, con un techo de sala realizado en cabriadas metálicas.  Este tipo de construcciones fueron  la  principal novedad en la arquitectura de  época. El Obelisco también es una estructura de hormigón, lo mismo que el Edifico Kavanagh  (situado a pocas cuadras del Gran Rex). Ambos fueron construidos en 1936, un año antes que el teatro. Y los tres, representan  lo más importante del racionalismo en la  arquitectura.
Por la mañana, visto desde  la perspectiva de la avenida, el edificio se presenta solo como un gran rectángulo, carente de ornamentos, donde solo se destacan los ventanales que ocupan todo el frente y los bordes de  hormigón,  que enmarcan los espacios vidriados, revestido en travertino romano sin lustrar. Esta sala es una gran cáscara dividida en fajas encimadas, inspirada en el Radio City de Nueva York. Los materiales son mármol Botticcino italiano, revoque, madera enchapada y bronce. Los espectadores se disponen en tres niveles: platea, primer balcón y segundo balcón. Tanto las butacas como los telones y alfombras originales fueron de color tierra siena quemada, y las paredes fueron pintadas a la témpera de color ocre ligeramente rojizo.


Fotos: sarmiento-cms /el jinete imaginario. 



jueves, 17 de octubre de 2019

PUNTOS DE FUGA EN PUERTO MADERO


Apuntes con historia de uno de los lugares más exclusivos de Buenos Aires



Fue la obra de ingeniería más importante de su tiempo. Apenas estuvo en funcionamiento unos pocos años. Como las ilusiones de los que llegaron. A comienzos del siglo XX Argentina sonaba en el mundo como “la tierra prometida”, algo que el tiempo se encargaría de contradecir. Pero a este puerto que funcionó entre 1889 y 1919, llegaron millones de personas con la esperanza de conseguir un futuro mejor para ellos y sus hijos. Este lugar no es hoy una zona  portuaria ni de estiba industrial. Es una zona elegante de la gastronomía de Buenos Aires. Pero al caer la noche, cuando se encienden las farolas de los muelles, se confunden las voces festivas de hoy con la melancolía de las voces pasadas que tuvieron aquí su primera (y tal única) alegría al llegar a Argentina, escapando de la pobreza y de la guerra.  
Puerto Madero tiene dos dársenas (norte y sur), 4 diques, 8 muelles, 16 depósitos de hierro y madera unos, de hormigón otros, pero todos recubiertos por ladrillos borravino,  dándoles una estética británica. Frente a cada depósito se instalaron dos  grúas Armstrong & Mitchell para las tareas de estiba de  los barcos que llegan al puerto de Buenos Aires. La dársena Norte fue reservada a los buques de pasajeros, que llegaban cargados de inmigrantes que llegaban con la ilusión de “hacer la América“. Hacia el  1900, la ciudad de Buenos Aires tenía más  inmigrantes que habitantes nativos.


En 1882 el gobierno del Presidente Julio Argentino Roca,  le encargó al comerciante de Buenos Aires, Eduardo Madero, que se encargara de diseñar y construir una nueva terminal, porque el antiguo y original puerto de La Boca del Riachuelo, no era adecuado a los nuevos tiempos y había colapsado por la llegada masiva de inmigrantes y por el aumento del comercio internacional de Argentina. Pero dice un refrán español que “las cosas de palacio van despacio”. Y vaya si se tomaron su tiempo, que el nuevo y primer gran puerto de la ciudad, se empezó a construir en 1887 y se inauguró en 1889 la primera parte y en 1890 la segunda.  
El puerto permanecía activo hasta 1919, cuando fue inaugurado el Puerto Nuevo, una obra de ingeniería sencilla pero eficaz, que aún hoy está en funcionamiento. Estuvo a cargo del Ingeniero Luis Huergo. Pero ya en 1909 había sido superada su capacidad para absorber el crecimiento económico de Argentina y el desarrollo tecnológico de los nuevos barcos con mayor porte.
En 1989, cien años después de su inauguración, se formó la Corporación Puerto Madero con participaciones iguales entre el gobierno nacional y municipal. Luego se incorporaría el capital privado, haciendo de esta corporación una entidad mixta para  el desarrollo urbanístico de la costa sur este de la ciudad de Buenos Aires.
En 1991 se aprobó el master plan para el desarrollo urbanístico de las 170 hectáreas que conforman hoy uno de los barrios más caros y exclusivos de la ciudad. El proyecto fue realizado “un equipo formado por los arquitectos Juan Manuel Borthagaray, Cristian Carnicer, Pablo Doval, Enrique García Espil, Mariana Leidemann, Carlos Marré, Rómulo Pérez, Antonio Tufaro y Eugenio Xaus. La realización de dicho plan significó la mayor obra de su tipo jamás realizada en Buenos Aires, con una inversión total por parte del Estado de cerca de 1000 millones de dólares”, según consigna la  enciclopedia Wikipedia.
Entre 1994 y 1996, el desarrollo urbanístico de la zona fue a toda velocidad. Los estudios de arquitectura competían en características de diseño y en modelos de restauración y acondicionamiento de los antiguos almacenes o dock del lado oeste de los muelles. Tras un freno obligado durante la crisis de la economía argentina entre 1998 y 2003, vuelve a tomar impulso. Y para el final de la primera década de este siglo, ya alcanza su configuración definitiva.


Puerto Madero es un lugar raro. Por su espacio, por  el silencio, el contacto con los pájaros durante el día, por la amplitud del cielo durante la noche. Aquí se recupera la visión en perspectiva. Los habitantes de la ciudad recuperan su relación con  el cielo y las estrellas en magnitud. Si uno se coloca en cualquier de los puentes del extremo norte o sur,  entonces una visión tan amplia de la ciudad como no podría ser en otro sitio.
Por la noche, la iluminación de los muelles y las difusas luces de los bares y restaurantes,  parecen puntos de gura de un dibujo imaginario.

Fotos El Jinete Imaginario

NOTA: Este trabajo se realizo con información de la enciclopedia Wikipedia. Aquí pueden consultar la página de referencia para ampliar detalles y precisiones. 

viernes, 19 de julio de 2019

LA PLAZA QUE NADIE SABE CÓMO SE LLAMA


Para los que la cruzan a diario es ¡Ahí…!  Frente a la Cancillería”. Pero para el catastro municipal es la Plaza San Martín. Este espacio verde, de abundante arbolado, con ejemplares añosos y copas tupidas de hasta cinco metros, es un lugar de privilegio para observar la arquitectura de Buenos Aires. Desde aquí, mirando hacia el lado sur, girando la mirada de izquierda a derecha, se observa el Palacio San Martín, el edificio Kavanagh, el Conjunto Monumental dedicado al Libertador  y el Palacio Paz.


 

Miles de personas circulan a diario por aquí. Y para todos es “ahí… frente a la Cancillería”. Es lo mismo recorrerla por cualquiera de las calles que la circundan. Tanto sea  la Av. Santa Fe o las calles Esmeralda o Arenales. Precisamente en el 761 de Arenales está la entrada principal del Palacio San Martín, sede principal de la Cancillería Argentina. La antigua residencia de la familia Anchorena, hoy está reservada  para actividades protocolares. La sede administrativa  del Ministerio de Relaciones Exteriores argentino, está en la esquina de Esmeralda y  Arenales. Por eso,  a esta plaza de la llama “¡Ahí…!  Frente a la Cancillería.
Pero la plaza tiene nombre. Es la Plaza San Martín. Precisamente donde está la estatua ecuestre   dedicada al Libertador General José de San Martín. La escultura forma parte de un conjunto monumental  llamado Monumento al General San Martín y a los Ejércitos de la Independencia. Una obra de primer orden del escultor francés Louis Joseph Daumas.
La plaza frente al Palacio Anchorena, también es la Plaza San Martín. Pero es el extremo norte, separado del resto por la apertura a la circulación vehicular de la calle Maipú. Pero estos detalles quedan para los estudiosos, los eruditos y los curiosos a tiempo parcial. Tampoco casi nadie sabe que el Palacio Anchorena es obra de uno de los arquitectos más importantes de la historia argentina, Alejandro Christophersen. Fue construido en 1905, cuando los beneficios de producir buenas carnes y granos para el antiguo Imperio Británico, dejaba buenos dividendos en las familias porteñas propietarias de la tierra.



La vista general  de la Plaza San Martín deja la sensación que el solar se compone solamente donde está el monumento. Ese lugar a donde van los visitantes ilustres a dejarle flores al libertador como gesto protocolar. En el otro extremo hay una barranca donde se toma sol en verano, se mira desde lejos la Torre de los Ingleses y se puede apreciar de lejos,  ese infierno de tránsito que es la terminal ferroviaria de Retiro. El mismo infierno donde gran cantidad de porteños se mueven a diario, pero que desde la barranca parece un lugar encantador.
Frente al Palacio San Martín, el espacio verde de abundante arbolado, con ejemplares añosos de tronco generoso y copas de abundante vegetación, con una altura de hasta cinco metros, es un lugar de paso para la mayoría de la gente. Solo unos pocos transeúntes utilizan sus bancos como lugar de descanso y disfrute del entorno arquitectónico de primer orden. Porque desde este extremo, se aprecia con toda claridad y detalle la fachada de estilo Beaux- Arst,  que el arquitecto Christophersen y Mercedes Castellanos de Anchorena, decidieron darle al Palacio Anchorena.
En dirección sur se observa el edificio Kavanagh. Por encima de los alerces, tipas y palo borracho que ocupan la  zona central de la plaza,  se ven los pisos altos de este edificio de 120 metros de altura, inaugurado en enero de 1936. Por varios años, fue el edifico más alto de Argentina y la estructura  de hormigón armado más grande de Sudamérica. Fue construido por el ingeniero Rodolfo Cervini que tardó dos años en terminarlo. En 1994, la Asociación Estadounidense de Ingeniería Civil lo distinguió como “hito histórico internacional de la ingeniería”, como detalle la enciclopedia Wikipedia.


 Desde esta misma perspectiva y a cierta distancia, se puede ver la magnitud del conjunto monumental dedicado al Libertador, con su explanada en  primer plano y el horizonte poblado de una arboleda generosa y tupida, impide  ver la fachada del edificio del Hotel Plaza (contiguo al Edificio Kavanagh) una obra del arquitecto alemán Alfred Zucker, inaugurado en 1909. Un capricho del empresario Ernesto Tornquist, para sumar un emprendimiento monumental a los festejos por el centenario de la Revolución de Mayo, en 1910.
A  la derecha de la visión sur, está el Palacio Paz. Girando unos pocos grados el ángulo de observación,  se puede ver su fachada principal. También conocido como Palacio Retiro fue,  en su tiempo,  fue la residencia más grande y lujosa de Buenos Aires. Fue propiedad de José C. Paz, el fundador del diario La Prensa, quien lo mandó construir en 1902. La obra demandó 12 años y Paz no llegó a verlo concluido porque murió dos años antes. En 1911 también falleció el arquitecto que hizo el diseño original, el arquitecto francés Louis-Marie Henri Sortais. El resultado de los trabajo finalizados por el arquitecto Carlos Agote, fue una mansión de 12.000 metros cuadrados, 140 habitaciones y diversos ambientes  entre los que se cuenta un jardín de invierno.  Hoy es la sede del Círculo Militar y además en su interior funciona el Museo del Ejército. Para quien  lo  observe desde la calle o desde esta “plaza sin nombre”, lo más destacado es  la herrería del portal principal. Uno de los más bellos trabajos en la materia, que pueda tener la arquitectura de Buenos Aires.
Esta plaza seccionada  del resto de la Plaza San Martín, tiene una explicación que solo se comprende por la cantidad de modificaciones que tuvo el diseño original dedicada al Libertador. Asentada  en los terrenos donde estuvo la única plaza de toros de la ciudad, sus dimensiones fueron variando  en esta zona que se conocía como “La meseta del Retiro”. Aquí también funcionó un polvorín de la milicia, fue asiento de diversos regimientos y se desarrollaron importantes acontecimientos durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807. Precisamente después de estas batallas, el Cabildo de Buenos Aires decidió nombrar al lugar como “Campo de la Gloria”. Finalmente fue el lugar de nacimiento y entrenamiento del  Regimiento de Granaderos, base del ejército libertador del general San Martín.
En 1860, diez años después de la muerte de San Martín, las autoridades consideraron pertinente dedicar un lugar al libertador. Entonces se convocó el primer concurso de ideas para el diseño de la plaza pública. Desde esa fecha a la actualidad, la plaza ha ido cambiando su aspecto y extensión según la iniciativa de  los gobiernos  de  turno de la ciudad. Los problemas de circulación, en una zona muy congestionada de tránsito, indujo a las autoridades a liberar ese tramo de la calle Maipú. Luego, por cuestiones de seguridad durante las ofrendas al libertador por parte de los visitantes ilustres al país, se la cerró parcialmente. Hoy, nuevamente está disponible a la circulación, razón por la cual, este extremo norte de la plaza, queda como un apartado. Aparece ante el ciudadano como un lugar sin nombre y que todos han calificado como “¡Ahí… Frente a la Cancillería”.
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Esta crónica fue realizada con material informativo propio y la enciclopedia Wikipedia, como así también el portal Arcón de Buenos Aires. 
Fotos sarmiento.cms

viernes, 12 de julio de 2019

RIBERA DE LUCES


Cada noche, se encienden las luces de la ribera de la ciudad. No es un malecón al uso como el de tantas otras ciudades portuarias. La ribera de Buenos Aires está ocupada por el remanente del antiguo Puerto Madero. En el lado oeste de las dársenas de amarre, los viejos almacenes de los cuatro Docks que lo componen, fueron reciclados.  Y en el lado este, se construyó un barrio nuevo de gran despliegue arquitectónico. Cambió la fisonomía de la ciudad, pero los porteños siguen sin ver el río. En su lugar,  tienen una ribera de luces.


Pasaron casi 100 años para que este puerto denominado Madero encontrar su verdadera función e inserción en la ciudad de Buenos Aires. La obra empezó en abril de 1887 y se habilitó el complejo completo en marzo de 1898. Pero solo funcionó plenamente como puerto de viajeros y carga y descarga de mercancías, apenas 10 años. Quedó obsoleto en la primera década del siglo XX por la evolución y aumento del tamaño de los barcos de los servicios de ultramar. En 1919 fue reemplazado por el actual Puerto Nuevo, que había pensado el  ingeniero Huergo en 1880 y perdió la competencia del proyecto con Eduardo Madero.

Entre 1920 y comienzo de la década de 1990, los viejos almacenes de ladrillos rojizos diseñados por los ingenieros  ingleses Hawkshaw, Son & Hayter  y construidos por la firma alemana Wayss & Freytag  Ltd, alrededor de 1905, no cumplieron más función que la de ser auxiliares de algunas  dependencias del Estado, como el Correo Internacional o la Armada Argentina. Con el tiempo, muchos de ellos se fueron deteriorando en su estructura por la falta de uso y mantenimiento edilicio.  



Recién en 1994 comenzó la obra de remodelación de este sector de la ciudad, que impedía el acceso directo de los porteños a la ribera del Río de la Plata. En el siglo transcurrido desde su inauguración, el sitio solo fue acumulando vagones ferroviarios en desuso en las vías muertas de actividad. Dice  la enciclopedia Wikipedia:

El gobierno de la ciudad inició, con el asesoramiento del ayuntamiento de Barcelona, los estudios del plan de reciclaje, convocándose en 1991 un concurso nacional de ideas, de donde surgió el "master plan" (plan maestro) para el nuevo barrio, del cual surgieron dos ganadores cuyas propuestas se fusionaron posteriormente, por lo cual el plan urbano del nuevo barrio fue obra de un equipo formado por los arquitectos Juan Manuel Borthagaray, Cristian Carnicer, Pablo Doval, Enrique García Espil, Mariana Leidemann, Carlos Marré, Rómulo Pérez, Antonio Tufaro y Eugenio Xaus. La realización de dicho plan significó la mayor obra de su tipo jamás realizada en Buenos Aires, con una inversión total por parte del Estado de cerca de 1000 millones de dólares.



El desarrollo pleno del actual Puerto Madero,  no alcanzó su desarrollo pleno hasta el año 2006 y 2007. Pero la inversión realizada hacia el final del siglo XX, tuvo una proyección geométrica  en desarrollo arquitectónico, diseño de nuevos espacios de entretenimiento y esparcimiento, la  gastronomía y actividades deportivas.

A diferencia  de la gran obra portuaria de finales del siglo XIX,  este desarrollo urbanístico no para de crecer. Las sucesivas crisis  económicas argentinas parece n no afectar la inversión en esta parte de la ciudad. Bien es cierto, que aquí se concentra gran parte de las sedes de los principales inversores en  el país. El sector residencial es el más caro de Buenos Aires. Un informe del mes de enero pasado de la empresa Reporte Inmobiliario, indica que el precio promedio del metro cuadrado residencial es de 8.012 u$s.  Una cifra superior a la que se registra en Punta del Este, el exclusivo balneario uruguayo.





Pero si bien los residentes pertenecen a sectores sociales argentinos de altos ingresos, todo el paseo que rodea los cuatro diques es concurrido durante la semana por empleados de grandes corporaciones que tiene su sede en este barrio. Durante los fines de semana, es un paseo turístico obligado para los visitantes de  Buenos Aires y zona de relajación para porteños de todos los estratos sociales. Miles de personas utilizan los restaurantes del lugar. Y por las noches, es sitio obligado para una cena o encuentro lejos de los ruidos de la ciudad.

Por las noches,  Puerto Madero tiene  otra imagen, cambia el escenario para el visitante. Y en todo el recorrido, desde la Dársena Sur hasta la Avenida Córdoba, es una sucesión de luces. En cada una de ellas, hay una historia.
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Fotos: sarmiento-cms
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Pueden consultar más información en



viernes, 19 de enero de 2018

LA ESTACIÓN FERROVIARIA DE RETIRO - Mitre

Se inauguró en 1915. En su época fue la mayor terminal ferroviaria de Sudamérica y por su tecnología estaba dentro de las más avanzadas del mundo. Su diseño y construcción se corresponde a los códigos vigentes en la Europa de fines del siglo XIX. Junto a la terminal de Constitución,  es uno de los símbolos del progreso del modelo agro-exportador que caracterizó a la Generación del 80. Es Monumento Histórico Nacional. Acaba de ser restaurada y ha recuperado parte de su esplendor. Está ubicada a metros de la plaza San Martín y frente a la Torre de los Ingleses. Es uno de los símbolos de la arquitectura de Buenos Aires.

La Estación Retiro-Mitre fue, al inaugurarse, la terminal ferroviaria más importante de Sudamérica, uno de  las mejor realizadas a nivel mundial, y por su despliegue arquitectónico y de  construcción es uno obra capital en  la ingeniería sudamericana. Se la conoce con ese nombre compuesto porque al nacionalizarse en 1949, esa línea ferroviaria recibió en nombre de Ferrocarril General Mitre. En su origen,  fines del siglo XIX y comienzos del XX,   se llamó Estación Central de la línea férrea Central Argentino, construida y administrada por capitales ingleses y cuyo ramal unía el puerto de Buenos Aires con las provincias de Córdoba, Santiago del Estero, centro y sur de Santa Fe y terminaba en Tucumán, haciendo un recorrido en diagonal desde el Río de la Plata hacia el noroeste de Argentina.
Está ubicada en el barrio de Retiro, en la Avenida Ramos Mejías entre el 1340 y el 1358, frente a la plaza Fuerza Aérea Argentina (antes de 1982, Plaza Britania) donde está emplazada la Torre del Reloj que la comunidad británica residente en el país, le regalo a Argentina en ocasión del Centenario de la Independencia, en 1910. Y en diagonal se encuentra la plaza San Martín, que en tiempos del Virreinato del Río de la Plata, se  lo conocía como corrales del Retiro, de ahí el nombre del barrio y la estación.
Este edificio reemplazó a la precaria construcción de sus orígenes, realizada en hierro, vidrio y madera, que se usó en forma ininterrumpida desde su inauguración en 1866 como F.C.C.A, por sus siglas Ferrocarril Central Argentino. Esta terminal ya había sufrido un incendio en 1897 y para 1905 se planteó la necesidad de dotar a la terminal de una estación acorde al progreso económico que dejaba el modelo agro-exportar de la Argentina de entonces,

Galería de imágenes, clic aquí. 

El nuevo edificio fue diseñado por un grupo de arquitectos ingleses radicados en Buenos Aires y ligados a  la comunidad británica y al ferrocarril. Ellos fueron Eustace L. Conder, Roger Conder y Sydney G. Follett y el ingeniero  Reginal Reynolds, quienes presentaron un proyecto en 1908 que posteriormente les fue aprobado. La construcción empezó en junio de 1909 y fue inaugurara el 2 de agosto de 1915.
El diseño es acorde a los patrones establecidos en Europa para las terminales ferroviarias de fines del siglo XIX. El edificio se divide en dos grandes sectores y una amplia zona de carga ubicada en los aledaños. En el primer sector se ubican el vestíbulo, las confiterías y restaurantes y las boleterías. Aquí se siguió un estilo arquitectónico propio del academicismo francés. En su interior – con más de 20.000 metros cuadrados de cielorraso – fueron revestidos en mayólica de la firma británica Royal Doulton. En la iluminación se incluyeron antorchas de estilo florentino en los laterales de las columnas principales. El otro sector cubierto corresponde a los andenes y movimiento de trenes. Es una estructura funcionalista de hierro y vidrio, propio de la construcción inglesa de la Segunda Revolución Industrial.

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Como indican las firmas grabadas el pie de cada columna, la estructura de hierro fue realizada en Liverpool por la firma Francis P. Morton & Co y trasladada luego a Buenos Aires para su ensamble.  Se construyeron ocho plataformas. Todas están conectadas por túneles transversales y cada una de ellas tiene un montacarga para el trasiego de equipajes, bultos y encomiendas. Ese conjunto está bajo la bóveda de dos grandes naves paralelas de 250 metros de largo y 50 metros de ancho cada una. Cada una de estas naces tiene una altura máxima de 25,15 metros y están sostenidas por un arco de hierro de cañón corrido que sostienen arcos colocaros cada diez metros. El conjunto de hierro tiene un peso aproximado de 8.000 toneladas. La tecnología de paragolpes de los andenes fue la más avanzada en su tiempo. Se afirmaba que podía detener una formación ferroviaria de 750 toneladas a una velocidad de 16 km/hora.
La parte destinada a los viajeros tiene detalles de gran diseño. Se aprecia en los detalles de hierro labrado y la señalética en bronces que tienen las boleterías y las principales áreas de servicios. Los detalles de madera labrada del frente de las boleterías, las puertas y resto de boiserie de las principales estancias de espera y de servicio, como así también las salamandras para  la calefacción de los recintos. En el vestíbulo de ingreso, frente a las boleterías, se destaca una amplia cúpula iluminada. En la confitería es notable la cúpula central con un vitral de grandes dimensiones, desde donde baja una lámpara de bronce con opalinas nacaradas. En el primer piso de esta confitería,  ubicada en el lado oeste del edificio, se encontraba un restaurante y terraza que daba a la plaza donde está emplazada la Torre de  los Ingleses. Desde ahí se podía observar todo el paisaje del río hacia un lado y hacia la plaza San Martín por el otro.
En 1997 el edificio fue declarado Monumento Histórico Nacional. En sus consideraciones, la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos destacó que se trata de "un claro símbolo de la idea de progreso que sustentaba la generación del '80" y la culminación del proyecto de tendido de los ferrocarriles, iniciado a mediados del siglo XIX, y cuya red, abierta entre las provincias y el puerto de Buenos Aires, permitió la distribución tanto de los inmigrantes cuanto de los productos agrícola-ganaderos".
Hoy la Estación Retiro-Mitre es una importe terminal de líneas suburbanas de la zona norte del conurbano de la ciudad de Buenos Aires. También es cabecera de las líneas férreas que van al centro y norte del país, pero el declive del transporte ferroviario de larga y media distancia, le han quitado el dinamismo de otros tiempos. Con todo, la circulación de personas es muy alta. Se menciona la cifra de 600.000 pasajeros por día, pero la cifra debe tenerse como tentativa ya que no especifica si se refiere a esta sola terminal o también incluye a las otras estaciones que también están ubicadas en Retiro. Me refiero a las terminales de la líneas Belgrano y San Martín. No obstante, es una cifra importante.
Fotografía ©sarmiento-cms 
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Elaborado con información de Arcón de Buenos Aires y Wikipedia. Para ampliar información tanto gráfica como textual,  haga clic en los enlaces.

jueves, 21 de diciembre de 2017

PLAZA CONSTITUCIÓN: UNA MAREA EN MOVIMIENTO



La Plaza de la Constitución es uno de los principales centros de transferencia de transporte de la Ciudad de Buenos Aires. Una terminal ferroviaria, la Línea C de Subterraneos, más de 40 líneas de autobuses urbanos y más de una decena de pequeñas combis de transporte privado, son  los encargados de aportar el millón largo de personas que circulan por el lugar entre las 6 de la mañana y los 18 hs. En  las horas pico, solo el ferrocarril urbano deja 5.000 personas cada 10 minutos en esa plaza. Luego de un largo período de abandono administrativo y desidia en soluciones de infraestructura, parece ahora tomar otra vez el ritmo de crecimiento comercial que supo tener en otros tiempos. 



Es el típico lugar en donde nadie quiere estar pero está obligado a pasar y hacer una breve estadía. En un tiempo fue un hermoso paseo, con cuevas y castillos de misterio para entretener a los vecinos y visitantes de la ciudad,  que llegaban desde el sur en el Ferrocarril del Sud, luego General Roca. Pero eso fue hasta 1970. Luego, el destino de la plaza fue la de terminal de transporte, con todos los inconvenientes que eso significa. Un “No Lugar”,  como definió Marc Augé a esos sitios en los que se está sin estar, se está de paso, se está siempre yendo a otro lado. Es la definición que dio el antropólogo francés a las terminales de transporte  en los centros urbanos. La Plaza Constitución es uno de esos ejemplos perfectos de su teoría.
Más de un millón de personas circulan por su espacio de más de 8 hectáreas, dividido en dos áreas por la Avenida Garay que la cruza por el centro. La plaza está ubicada en la Comuna 1 de la Ciudad de Buenos Aires, en un sector delimitado por las calles Lima (oeste),  la Autopista Arturo Frondizi o Lima Este (este), la Av. Brasil (sur) y la calle Constitución (norte). La densidad, que se intensifica en las primeras horas del día y hacia el atardecer, es la consecuencia de que confluyen la terminal ferroviaria del sur, la línea C de transporte subterraneo, dos ramales del MetroBus, 42 líneas de autobuses urbanos y un número no determinado de transportes privados de pasajeros. En las 10 horas de mayor intensidad, el ferrocarril deja en la plaza a 5.000 personas cada 10 minutos. Esto nos da una magnitud y porqué está crónica se titula “Una Marea en Movimiento”.
En estos días de diciembre de 2017, la plaza muestra un aspecto renovado,  luego de años de abandono. Se construyó una terminal vidriada en el sector justo frente a la estación ferroviaria, que permite a los viajeros combinar – sin salir a la superficie – los servicios de tren y subterraneo; al tiempo que les permite a estos últimos, combinar con las líneas de autobuses sin pasar por la terminal ferroviaria. Es un centro de transbordo de 2.000 metros cuadrados, construidos en una estructura de hierro, vidrio y aluminio, con una altura de 6 metros y una profundidad de 4,60 metros. La obra no es un alarde de ingeniería, pero es efectiva en la solución y se tardó unos 5 años en construirla. Un plazo desmedido para sus características. En el resto de la plaza se han mejorado notablemente las veredas de circulación, los andenes para los autobuses y parte de su arbolado. Aunque no se sabe muy bien por qué, el sector norte (sobre la calle Constitución) sigue ocupado en su integridad por una obra, sobre la que se desconoce su funcionalidad.
En otro tiempo supo tener un generoso arbolado, además de áreas recreativas. Es que el arquitecto municipal Juan Antonio Buschiazzo, siguiendo la línea paisajística de Carlos Thays, pobló el lugar con lapachos, jacarandá, plátanos y algunos ombúes. Además de colocar un emulación de castillo,  rodeado de un pequeño bosque de arbustos, que permitía a los visitantes, hacer una breve recorrido exótico y de entretenimiento. Pero hoy solo quedan los plátanos perimetrales y unos pocos jacarandá, que en las primaveras y veranos les dan un color violáceo al predio. La envergadura de los árboles y el perímetro de sus troncos evidencian con claridad la antigüedad de su implante, alrededor de 1885.
Ese año, el Intendente Municipal Torcuato de Alvear (el modernizador de la ciudad, tal como la conocemos hoy) ordenó a los equipos técnicos dirigidos por Buschiazzo, darle entidad a un espacio que históricamente había sido un descampado. De esa época solo queda hoy la traza que se le dio a la plaza y los monumentos: uno  en homenaje a Juan José Castelli, inaugurada el 20 de mayo de 1910 y ubicado en el centro; otro dedicado a José Antonio Páez,  situado sobre la calle Constitución, frente a la Iglesia del Inmaculado Corazón de María; y otro a Juan Bautista Alberdi, inaugurada el 29 de agosto de 1964. Este último acaba de cambiar de lugar por la construcción de centro de transbordo. Ahora está situado en la esquina de Av. Garay y Lima.

Algunos datos históricos

En la época virreinal era un lugar inexistente, un descampado que – además – no tenía ninguna referencia geográfica. El lugar era un llano en donde la mirada se perdía en el horizonte si se observaba hacia el oeste. Pero desde la independencia (período 1810/1820) comenzó a ser una zona donde se instalaban las carretas, que traían productos de los campos del sur, de la entonces pequeña ciudad de Buenos Aires. La zona urbana y comercial importante eran los Altos de San Pedro, actual barrio de San Telmo, a pocos metros un lugar del otro.
A mediados del siglo XIX se le dio un nombre a esa concentración espontánea, que no solo albergaba carretas, sino que también era el sitio en que hacían noche los reseros y aparceros que conducían ganado. Se le dio el nombre de Mercado del Sur del Alto,  por estar ubicado en esa dirección en relación a los altos mencionados. Y como en 1852, Argentina se dio su primera constitución política, entonces las autoridades no encontraron mejor nombre para el lugar. Desde 1854 ya figura en el catastro municipal como Mercado Constitución.
A continuación – a manera de síntesis – hago un listado de algunas fechas significativas en la historia de esta plaza. Un lugar al que todos mencionan como Plaza Constitución pero que oficialmente se denomina Plaza de la Constitución. Hay crónicas periodísticas en estos últimos años, en la que se le menciona como Plaza Garay, ya que la Av. Garay la cruza justo por la mitad. Pero la verdadera Plaza Garay está 700 metros al oeste de este sitio. Concretamente en la manzana circundada por las calles Pavón, Solís, Pres. Luis Saenz Peña y Av. Juan de Garay, y que durante la colonia se llamaba Hueco de los Sauces.
** 1865   Se inaugura la estación Constitución del Ferrocarril del Sud, luego Ferrocarril General Roca y ahora “Línea Roca” de Trenes Argentinos. Este fue un edificio de una sola planta, de arquitectura modesta, que también tenía una línea tranviaria en dirección al centro de la ciudad, para trasladar a los viajeros. Recordemos que en esos años no había calles hasta los Altos de San Pedro.
** 1885   El Intendente Municipal Torcuato de Alvear resuelve erradicar el mercado y darle forma definitiva a la traza de la plaza que hoy conocemos. Simultáneamente,  comienza la construcción de un nuevo edificio para  la terminal ferroviaria. Esta vez con un diseño de envergadura, tomando las formas de un palacete francés.
** 1907 – La empresa ferroviaria resuelve ampliar el edificio por el creciente aumento de viajeros.
** 1909 – Se inaugura el Teatro Variedades en la esquina de Av. Garay y Lima. Una obra del arquitecto Carlos Nordmann. En su tiempo constituyó un importante foco de actividad cultural. Fue demolido en 1961.
** 1914 – Comenzó la construcción de la Iglesia del Inmaculado Corazón de María. Un templo neogótico, con dos cúpulas en forma de agujas, rematadas en cruces, que puede verse desde larga distancia. Aún hoy, que la ciudad ha crecido pero que la amplitud de la Av. 9 de Julio,  hacia el norte, como la sección sur en forma de Autopista, no ofrecen ningún obstáculo para identificarlas.  
** 1933 – La Compañía Hispano Argentina de Obras Públicas y Finanzas empezó la construcción de la actual Línea C de Subterraneos, para conectar las terminales ferroviarias de Constitución y Retiro, donde finalizan las líneas que van hacia el norte y oeste de Argentina. Ese mismo año también comenzó la construcción de un  nuevo edifico de la terminal ferroviaria, con entrada principal por la Avenida Hornos. Se mantuvo la fachada de la Av Brasil pero en su interior se modificó completamente.
** 1975 – La Av. 9 de Julio, que cruza de norte a sur el centro porteño, fue extendida hacia el bajo por un lado y hacia la Av. Caseros en el sur, por el otro. Esto significó la demolición de la casa del presidente Hipólito Yrigoyen, situada en la Av. Brasil entre Bernardo de Irigoyen y Lima. Esta ampliación dio lugar – años más tarde – a la construcción de la Autopista Arturo Frondizi, un viaducto que cruza el Riachuelo en dirección a Avellaneda.
La dinámica demográfica constante y el aumento permanente de la actividad comercial e industrial, indican que la plaza seguirá mutando en sus formas. Algunos emprendimientos inmobiliarios parecen indicar que la zona puede recuperarse y progresar. El barrio de Constitución (la zona alrededor de la plaza) fue duramente golpeado en las sucesivas crisis económicas, particularmente en la del 2001. Actualmente alberga una población  combinada de clase media y otra de limitados ingresos. En algún momento fue un centro importante del ejercicio de la prostitución y supo tener, en el corazón la plaza, centros de acopio de material reciclable que recogían en las calles los indigentes. Esa etapa crítica fue superada y hoy no se verifica ese caso. Pero no termina de tomar ritmo para tener el esplendor que supo tener hacia 1940 y 1950, cuyas calles laterales eran una importante zona comercial de la ciudad.


Foto:  ©sarmiento-cms


Con información de  Wikipedia.