martes, 24 de julio de 2018

NO HAY PROTESTA SIN CHORIPÁN


Choripán es el acrónimo de chorizo y pan. Es  un simple sándwich  o bocadillo o emparedado, pero al mismo tiempo no es nada de eso. Es un chorizo crudo compuesto por un 70% de carne v acuna y un 30% de cerdo – debidamente sazonada y estacionada antes de armar la tripa – que , una vez asado, se come en un pan partido al medio. Puede llevar una salsa que los argentinos llaman Chimichurri (orégano, ají molido, ajo, perejil, cebollas y pimiento muy picado) o nada. Pero el verdadero sentido simbólico de esta comida popular, es que se convirtió en  un ícono de los sectores populares en las protestas callejeras, eventos deportivos o simples salidas camperas. Originado a mediados del siglo XIX, con la explosión de la explotación ganadera, hoy es un componente cultural básico de las costumbres populares.






Todos los pueblos presumen de originales a la hora de explicar su gastronomía y Argentina no podía ser diferente. Por eso, si usted pregunta en cualquier calle, de cualquier pueblo o ciudad, rápidamente le dirán que el Choripán  es un invento argentino, igual que el asado. Pero esta comida con aspecto de sándwich, emparedado o bocadillo no exige demasiadas artes culinarias. No es más que un chorizo colocado en el interior de un pan francés partido al medio, que puede llevar aderezos o no.

No es el único lugar donde se come. También es común en Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay y el sur de Brasil. Incluso hay versiones similares en Colombia, Venezuela y Cuba. Choripán  es un acrónimo formado por las palabras chorizo y pan. Incluso en términos corrientes y urgentes, la gente lo llama simplemente Chori. También ese es el nombre particular  con el que lo vocean los vendedores en cualquier concentración social, de cualquier tipo, en todas las ciudades y pueblos de Argentina.

Se trata del denominado chorizo Criollo o Parrillero¸ que tiene una consistencia blanda puesto que está crudo y sin estacionar. Lleva alrededor de un 70% de carne vacuna y un 30% de carne de cerdo, aunque las proporciones y tipo de corte corresponden más bien a la receta o inventiva del carnicero que los haga. Se elabora una pasta con diversos condimentos cuya composición depende del fabricante, pero que básicamente se compone de tomillo, comino, pimentón y algo de ají molido o pimienta y sal. Tiene más cosas, pero depende del charcutero. Se lo suele dejar estacionar de 24 a 48 horas y luego se rellena de una tripa de vacuno y se ata en tramos de 10 a 15 cm aproximadamente, que es el tamaño específico del chorizo. Hacer un Choripán es solo cuestión de asarlo a la parrilla, preferentemente a leña, y luego colocarlo en el pan. El comensal le colocará los aderezos que más les guste. Lo tradicional y riguroso es la sala Chimichurri, que se compone de aceite, orégano,  ají molido, perejil, ajo, cebolla y pimiento verde y rojo picado muy pequeño. Hay quien le pone mostaza o salsa mayonesa, pero eso entra en la categoría popular de sacrilegio.




Un signo reconocido mundialmente de Argentina es su carne. No es que haya en todo el territorio, pero la extensa llanura pampeana (la denominada Pampa Húmeda) que abarca la provincia de Buenos Aires, centro y sur de Santa Fe y Córdoba y el este de la provincia de La Pampa, alcanzaron a los largo de 222 años de independencia como país, para garantizarle una producción de carne como para  inundar los mercados europeos entre mediados del siglo XIX y la mitad del siglo XX. El Asado Criollo (hecho a leña con la media res de ternera colocada en una parrilla vertical) es el plato nacional del país y un factor de orgullo generalizado. El Choripán  es el “hermano menor” dentro de esa gastronomía cárnica. Pero con los años – desde la década de 1960 en adelante – este sencillo método de comer carne, adquirió la categoría de seña de identidad de los sectores populares argentinos.

Las sucesivas y sistemáticas crisis económicas argentinas  (que golpean con dureza a la población de menores recursos) hizo que, en ciertas épocas, acceder  a una parrillada de carne variada y generosa en cantidad fuera casi prohibitivo. Entonces fue ganado terreno la costumbre de “al menos” juntarse en una casa, un  centro de recreo, a la vera de un río o laguna o cualquier lugar abierto (preferentemente arbolado) para comer – “aunque más no sea” – una buena cantidad de chorizos asados a la parrilla, acompañados con pan. Una fórmula que llena rápido y bien, las necesidades de hambre. Y  permite una jornada de distención con la fantasía de haber comido un generoso asado.




En la década de 1950 se generalizó su consumo en los alrededores de los canchas de futbol, antes y después de los partidos. Más tarde se hizo habitué en los alrededores de otros eventos deportivos y recitales musicales. Pero fue hasta finales de la década de 1960 – cuando se intensificó la protesta y efervescencia social de la década – que el Choripán recién ganó un puesto de honor en las calles, junto a banderas, bombos, cornetas y manifestantes. Simultáneamente, su consumo empezó a tener una connotación cultural e ideológica. Las organizaciones sociales y  partidos  representativos de los sectores populares, lo adoptaron como el menú básico de encuentros y reuniones. Ninguna convocatoria partidaria o de grupo social podía estar completa si no incluía el reparto o venta de Choripán. Luego, el menú pasó a ser protagonista en las calles junto a los manifestantes. Sus vendedores, son tan expertos como los más antiguos manifestantes, ante las cargas policiales: saben salvar el pellejo además de los utensilios. Las largas distancias que separan las barriadas obreras del  conurbano de la Ciudad de Buenos Aires y su Plaza de Mayo (centro obligado de los reclamos) hicieron del Choripán la comida de emergencia, rápida, sabrosa y festiva con que se la identifica hoy.
 
El Choripán no es un invento argentino, tal como lo reconoce la gente y  se promociona en las cartas de los mejores restaurantes de Buenos Aires para turistas. Pero el componente cultural sí lo es. Una reunión de amigos, una cena de compañeros de trabajo, una fiesta de estudiantes no es tal, si no hay una buena ración de Choripán. Reunirse alrededor de un fuego a  comer Choripán es toda una definición del lugar que se ocupa en la sociedad o al que se quiere pertenecer. Su protagonismo en las protestas o manifestaciones sociales y políticas de cualquier tipo es indudable. El Choripán es omnipresente en todos esos casos. Una protesta sin ese bocado no es una protesta. Su reinado en la gastronomía callejera de la protesta es indiscutible. Y tiene vida para rato

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Fotos: ©sarmiento-cms

lunes, 16 de julio de 2018

BUENOS AIRES, CIELO Y NAVÍO


Un Encuentro Internacional de Grandes Veleros en el Puerto de Buenos Aires. Fue en el año 2010, en ocasión del Bicentenario de la Revolución de Mayo, que dio origen al primer gobierno patrio de Argentina. Todos esos grandes veleros se corresponden en rigor, a buques escuela o de formación de oficiales de las armadas de diversos países. Así que ahí se pudo ver a las fragatas Libertad de Argentina, Juan Sebastián Elcano de España, Esperanza de Chile, Simón Bolívar de Venezuela, Gloria de Colombia, Capitán Miranda de Uruguay o Cuauhtémoc de México. Desde la punta del espigón norte de la Dársena Norte del viejo Puerto Madero se pueden tener una buena vista del atardecer porteño.



El puerto de  Buenos Aires está ubicado en un lugar cuyas características son las peores para construir un puerto. Es algo así como un No Puerto que se mantiene en base a dragados permanentes que barren el limo del fondo del lecho para evitar que se formen bancos de arena y barro. El canal principal del Río de la Plata está del lado que corresponde a la República Oriental del Uruguay, es decir al norte. Una distancia de varios kilómetros de Buenos Aires. Porque como saben, este río es un enorme estuario que comienza en la unión o desembocadura de los ríos Uruguay y  Paraná, que traen las aguas del noreste y Mesopotamia argentina. Zona húmeda, de gran vegetación y cuyos ríos se caracterizan por el abundante  limo que arrastran en su circulación.

El Río de la Plata del lado de la ciudad de Buenos Aires, tiene escasa profundidad. En verdad es la continuación de la enorme planicie pampeana o bonaerense (como prefieran) que se sumerge. Si  no se dragara, las playas lacustres de la ciudad podrían tener varios kilómetros río adentro. El ancho del río es variable, según avanza en dirección al océano Atlántico. En el comienzo es de 25 km y en su desembocadura llega a los 209 km. No es un río normal. Es el más ancho del mundo. Tiene una extensión relativamente corta para ser uno de los ríos más grandes del mundo. Solo 320 km de largo, pero cubre (debido a su ancho) una superficie similar a Bélgica. Para muchos geógrafos, este no es un río, sino un golfo o un  mar marginal del Atlántico. Pero de mar tiene poco ya su salinidad es apenas una quinta parte de la normal en los mares. Y se debe fundamentalmente al reflujo permanente entre el agua dulce que recibe y la introducción de las corrientes marinas en su cauce.

Pero como decía, el principal problema para instalar un puerto en la margen sur (donde fue fundada Buenos Aires) son los sedimentos que arrastra. Cada año, son transportados hasta su cauce unos 160 millones de toneladas de sedimentos, que están compuestos por limo (56%), arcilla (28%) y arena (16%). De toda esa carga, el 90% viaja en suspensión. Y a todo eso hay que agregarle que, en el propio fondo del cauce, se arrastran unos 15 millones de toneladas de arena gruesa. Por todo eso, hay que dragar en forma constante el río para poder darle profundidad al puerto y poder recibir los barcos que ilustran esta nota.



El Puerto siempre fue un problema


Nunca sabremos por qué Pedro de Mendoza en 1536 y Juan de Garay en 1580 (las dos fundaciones de Buenos Aires) decidieron instalar el asentamiento en un lugar a donde para llegar,  debían remar varios kilómetros en sus botes y chalupas, desde los navíos hasta la costa. No lo de dejaron escrito. Así que podríamos suponer que se vieron seducidos por el abrigo que les podía dar la desembocadura del Riachuelo en el Río de la Plata y la barranca de Santa Catalina (hoy Parque Lezama y los Altos de San Telmo). Pero desde su nacimiento, la ciudad no tuvo puerto adecuado para que los barcos pudieran cargar y descargar sus mercancías. Mucho menos pasajeros.
Cincuenta años después de la independencia argentina, la ciudad construyó lo que podría llamarse el primer puerto. En 1860 se colocaron dos largos muelles que se introducían en el río. Uno para pasajeros y otro para carga. El primero se encontraba a la altura de la actual calle Sarmiento y el segundo, detrás de la Casa Rosada. Este, era casi una extensión del edificio semicircular de la Aduana construida por el ingeniero Edward Taylor en 1857.

Esta construcción efectiva pero limitada, fue rápidamente superada por el desarrollo agroexportador de la Argentina del último cuarto del siglo XIX. En 1882, el presidente Julio A Roca le encargó al comerciante Eduardo Madero (sobrino de su vicepresidente) la tarea de construir un nuevo puerto. El proyecto de Madero en realidad era del estudio de ingenieros Hawkshaw, Son & Hayter, una empresa británica. El puerto resultó ser una serie de diques (4 en total) con dos dársenas,  una en cada extremo. Pero el sistema presentó graves problemas desde su comienzo. El limo que arrastra el río provocaba que esos diques se quedaran sin calado rápidamente. Y los barcos de carga no podías ingresar porque encallaban. En pocos años, este puerto fue reemplazado por la propuesta del ingeniero Luis A Huergo (primero en lograr ese título en Argentina y primer presidente de la Sociedad Científica Argentina) que en lugar de diques, estaba formado por una 7 dársenas colocadas en forma perpendicular a la costa, con una escollera que lo recorría longitudinalmente en forma paralela. El proyecto de Huergo, era precisamente el que había perdido el concurso en favor de la propuesta de Madero. Ese es el puerto que hoy permanece activo y que se lo conoce vulgarmente como Puerto Nuevo, a   pesar del siglo de existencia.



El viejo puerto o Puerto Madero (como se lo conoce hoy) quedó activo solo en los muelles. Sus amplios depósitos albergaron despachos de correos, aduana y varias empresas exportadores. Pero los barcos amarraban en el Puerto Nuevo. Hoy, toda esa zona es un barrio de viviendas residenciales, oficinas, restaurantes y negocios de alto nivel. Puerto Madero es uno de las principales zonas  turísticas de la ciudad. Lo único que quedó activo desde su construcción,   fueron las dársenas Sur y Norte. En esta última es precisamente donde amarraron los 15 grandes veleros (pertenecientes en su totalidad a las armadas de sus respectivos países) que se dieron cita en Buenos Aires,  en el mes de mayo de 2010, para celebrar los 200 años de la primera proclama revolucionaria y de independencia de Argentina. La razón por la que la amarra se hizo ahí y no en otro lado, es que la Darse Norte del viejo Puerto Madero es la “casa” del buque insignia de la Armada Argentina, la fragata Libertad. En el Apostadero Naval Dársena Norte está el comando en tierra del buque escuela donde se cursa el último año de la carrera de oficiales, generalmente con un viaje transoceánico que suele ser una vuelta al mundo.  

Fotos ©sarmiento-cms



miércoles, 4 de julio de 2018

PLAZA DE MAYO – NOCTURNO


La plaza de Mayo de Buenos Aires es el diapasón de todas las quejas y reclamos de los argentinos. También lo es de las alegrías y de todas las pasiones. Fue el recinto privilegiado durante la época de la Colonia, donde se cruzaban el Virrey, los mercaderes, los vecinos ilustrados y los nuevos hacendados. Hoy es un lugar amplio por donde circulan cada día millones de personas. Es un lugar frenético que a eso de las 8 de la tarde/noche empieza a entrar en calma, para terminar luego en una soledad profunda custodiada por los servicios de seguridad que controlan los bancos, la Catedral, la Casa Rosas y el edificio de la antigua sede del gobierno de la Ciudad.




Por aquí circulan millones de personas a diario. Porque a los casi tres millones de habitantes que tiene la ciudad de Buenos Aires,  hay que sumarle el triple de gente que se incorpora de lunes a viernes, entre las 6 de la mañana y las 7 de la tarde. Es correcto hablar de millones en esta plaza. Porque el sentido centralizado de la administración nacional y la vida empresaria, hacen que en esta plaza confluyan 3 de las 6 líneas del transporte subterráneo, además de decenas de líneas de colectivos que la atraviesan o concluyen su trayecto.

También es el punto neurálgico de la vida financiera, sede de la casa central del Banco de la Nación Argentina y vértice sur de la “City Porteña”,  donde se cuecen todos los arreglos económicos del país. Todo eso, sin contar que está la Catedral principal y la Casa Rosada o Casa de Gobierno, sede del gobierno nacional. 




Esta es una vista del fin del día, cuando el Cabildo de la ciudad (o lo que queda de él, ahora museo) se ilumina por completo, al igual que la Avenida de Mayo que confluye en el Congreso Nacional. Entre las sombras, trabajadores anónimos regresan a sus casas, recién salidos de alguna de las oficinas que rodean esta plaza. Entre las 7 de la tarde y las 9 de la noche, la plaza vive el proceso inverso de la mañana. Millones de personas la abandonan para regresar al día siguiente.


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