jueves, 11 de noviembre de 2021

PEQUEÑO BOSQUE INTERIOR.

Tengo un pequeño bosque interior que va del verde al ocre con escala en el amarillo intenso. Tiene raíces abigarradas en cuenco de cristal. Y unos filamentos abundantes, flexibles, de color dorado algunos y marrón oscuro otros. Son los troncos, el cuerpo firme de este bosque que se sostiene con gracia de danzarín. 

En algún momento que desconozco, unas semillas que llegaron sin identidad ni marca de origen, se instalaron en este mundo interior. La humedad en un tiesto escaso de tierra, dio lugar a las batallas silenciosas que caracterizan a todo momento germinal. 

Germinando debería ser la palabra que define a este bosque. En gerundio, para definir la acción constante de lanzar pequeños filamentos con un ovillo verde en el extremo. Poco a poco el ovillo desarma su enredo y se expande hacia arriba. Busca en forma desesperada, el sol que llega hasta la ventana. Luego todos se incorporan al pequeño bosque. 

Cada día ofrece novedades. Todo el tiempo hay algún detalle para destacar. Pero solo lo pueden ver aquellas almas curiosas, que tienen espacio para la observación, y están dispuestas a seguir el sutil ritmo de vida y crecimiento que muestran estas hojas unidas entre sí por peciolos casi transparentes. 

Dicen que su nombre es “Adiantum capillus-veneris”. Algo que suena como un exabrupto al que nos tienen acostumbrados los científicos botánicos cuando no se pueden escapar de sus tribulaciones normativas. 

Pero en este lugar, bajo la ventana, ésta especie de helecho pequeño, grácil, amable y generoso se llama “Pequeño Bosque Interior”. 

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Imagen El Jinete imaginario

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