Los teatros son esos lugares privilegiados de las ceremonias mundanas. Lugares especiales de exaltación. El Teatro Gran Rex de Buenos Aires es uno de esos sitios. Donde además de la carga emocional de la producción artística, se suma la leyenda de un escenario por donde pasaron grandes figuras del teatro, la música y la danza del mundo en el último siglo. Es un lugar clave de la cultura porteña y recinto consagratorio para cualquier artista en el mundo.
El edificio de unos de los coliseos culturales
más importantes de la ciudad, es de una
austeridad suprema. Igual que el
Obelisco (el mayor símbolo de la
ciudad) no tiene ningún despliegue
arquitectónico que remarque formas o agregue elementos que cubran su
desnudez. Planos despejados y espacio
suficiente para que la gente, los que participan de la vida diaria, le vayan
cargando al lugar sus propias definiciones. El Teatro Gran Rex como el
Obelisco, son de esos lugares que arquitectónicamente parecen que no dicen
nada, pero están llenos de significado y
en constante cambio, por la participación
de la gente en el imaginario cultural de
la ciudad.
En lo más alto del frente del edificio, están grabadas sobre
relieve en cemento, las letras del nombre. Desde la vereda de enfrente al
teatro – ubicado en el número 857 de la Avenida Corrientes – se puede ver la
magnitud del nombre que le confieren al
frontispicio, un aire de tótem urbano en el corazón de la ciudad. La cubierta vidriada en su totalidad, solo marcada por las líneas
laterales en hormigón, permiten observar
el movimiento interior en sus descansos
y agitaciones de espectadores. La
característica principal de este edificio es su austeridad ornamental, la
amplitud de los espacios destacados en los ventanales frontales y la
envergadura.
Por las noches se
puede ver la actividad social en dos planos simultáneos. La vida interior
en los distintos hall de los pisos
superiores y la frenética actividad de la calle y el hall central ocupado por
espectadores que realizan el prólogo a la función. Visto desde la acera de enfrente, atendiendo la
coloración dorada de su iluminación interior,
se puede seguir los movimientos de
la gente e intuir los diálogos,
encuentros y afectos entre quienes participan de esas ceremonias del espectáculo.
El Gran Rex es un
punto clave del espectáculo de Buenos Aires. Junto al Teatro Opera – que está
enfrente – forman un conjunto cultural de primer orden a nivel mundial y reciben anualmente
a las primeras figuras del espectáculo y
la canción internacional. Tiene una capacidad de 3.262 espectadores. No son tantos, comparados a otros centros
mundial de grandes espectáculo, pero es mucho más de la capacidad promedio de cualquier teatro. No
son tantos tampoco si se compara la cifra con
el tamaño del edificio. Pero una
de las características principales de
este lugar, es la amplitud de los espacios de espera, circulación y espacios
de descanso, que le dan un aire de lugar
de tertulia. Al menos eso es lo que sucede en
los momentos previos y finales de cada espectáculo o en los descansos intermedios.
Fue construido en 1937 en apenas siete meses.
Poco tiempo si se tiene en cuenta el tamaño y la funcionalidad del lugar. Es un
edificio clave de la arquitectura
moderna de Buenos Aires y una obra cumbre del estilo racionalista del
arquitecto Alberto Prebisch, quien también fue el autor del
Obelisco de la ciudad que – con el tiempo – se iba a convertir en el símbolo porteño por excelencia. El
trabajo de Prebisch en el teatro, fue
realizado en sociedad y colaboración con el
ingeniero civil Adolfo T. Moret.
Una participación determinante en la estructura general, ya que el
Gran Rex está hecho en hormigón armado,
con un techo de sala realizado en cabriadas metálicas. Este tipo de construcciones fueron la
principal novedad en la arquitectura de
época. El Obelisco también es una estructura de hormigón, lo mismo que
el Edifico Kavanagh (situado a pocas
cuadras del Gran Rex). Ambos fueron construidos en 1936, un año antes que el teatro. Y los tres, representan lo más
importante del racionalismo en la
arquitectura.
Por la mañana,
visto desde la perspectiva de la avenida, el edificio se
presenta solo como un gran rectángulo, carente de ornamentos, donde solo se
destacan los ventanales que ocupan todo el frente y los bordes de hormigón, que enmarcan los espacios vidriados, revestido
en travertino romano sin lustrar. Esta sala es una gran cáscara dividida en
fajas encimadas, inspirada en el Radio City de Nueva York. Los materiales son
mármol Botticcino italiano, revoque, madera enchapada y bronce. Los
espectadores se disponen en tres niveles: platea, primer balcón y segundo
balcón. Tanto las butacas como los telones y alfombras originales fueron de
color tierra siena quemada, y las paredes fueron pintadas a la témpera de color
ocre ligeramente rojizo.
Fotos: sarmiento-cms /el jinete imaginario.
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