jueves, 17 de octubre de 2019

PUNTOS DE FUGA EN PUERTO MADERO


Apuntes con historia de uno de los lugares más exclusivos de Buenos Aires



Fue la obra de ingeniería más importante de su tiempo. Apenas estuvo en funcionamiento unos pocos años. Como las ilusiones de los que llegaron. A comienzos del siglo XX Argentina sonaba en el mundo como “la tierra prometida”, algo que el tiempo se encargaría de contradecir. Pero a este puerto que funcionó entre 1889 y 1919, llegaron millones de personas con la esperanza de conseguir un futuro mejor para ellos y sus hijos. Este lugar no es hoy una zona  portuaria ni de estiba industrial. Es una zona elegante de la gastronomía de Buenos Aires. Pero al caer la noche, cuando se encienden las farolas de los muelles, se confunden las voces festivas de hoy con la melancolía de las voces pasadas que tuvieron aquí su primera (y tal única) alegría al llegar a Argentina, escapando de la pobreza y de la guerra.  
Puerto Madero tiene dos dársenas (norte y sur), 4 diques, 8 muelles, 16 depósitos de hierro y madera unos, de hormigón otros, pero todos recubiertos por ladrillos borravino,  dándoles una estética británica. Frente a cada depósito se instalaron dos  grúas Armstrong & Mitchell para las tareas de estiba de  los barcos que llegan al puerto de Buenos Aires. La dársena Norte fue reservada a los buques de pasajeros, que llegaban cargados de inmigrantes que llegaban con la ilusión de “hacer la América“. Hacia el  1900, la ciudad de Buenos Aires tenía más  inmigrantes que habitantes nativos.


En 1882 el gobierno del Presidente Julio Argentino Roca,  le encargó al comerciante de Buenos Aires, Eduardo Madero, que se encargara de diseñar y construir una nueva terminal, porque el antiguo y original puerto de La Boca del Riachuelo, no era adecuado a los nuevos tiempos y había colapsado por la llegada masiva de inmigrantes y por el aumento del comercio internacional de Argentina. Pero dice un refrán español que “las cosas de palacio van despacio”. Y vaya si se tomaron su tiempo, que el nuevo y primer gran puerto de la ciudad, se empezó a construir en 1887 y se inauguró en 1889 la primera parte y en 1890 la segunda.  
El puerto permanecía activo hasta 1919, cuando fue inaugurado el Puerto Nuevo, una obra de ingeniería sencilla pero eficaz, que aún hoy está en funcionamiento. Estuvo a cargo del Ingeniero Luis Huergo. Pero ya en 1909 había sido superada su capacidad para absorber el crecimiento económico de Argentina y el desarrollo tecnológico de los nuevos barcos con mayor porte.
En 1989, cien años después de su inauguración, se formó la Corporación Puerto Madero con participaciones iguales entre el gobierno nacional y municipal. Luego se incorporaría el capital privado, haciendo de esta corporación una entidad mixta para  el desarrollo urbanístico de la costa sur este de la ciudad de Buenos Aires.
En 1991 se aprobó el master plan para el desarrollo urbanístico de las 170 hectáreas que conforman hoy uno de los barrios más caros y exclusivos de la ciudad. El proyecto fue realizado “un equipo formado por los arquitectos Juan Manuel Borthagaray, Cristian Carnicer, Pablo Doval, Enrique García Espil, Mariana Leidemann, Carlos Marré, Rómulo Pérez, Antonio Tufaro y Eugenio Xaus. La realización de dicho plan significó la mayor obra de su tipo jamás realizada en Buenos Aires, con una inversión total por parte del Estado de cerca de 1000 millones de dólares”, según consigna la  enciclopedia Wikipedia.
Entre 1994 y 1996, el desarrollo urbanístico de la zona fue a toda velocidad. Los estudios de arquitectura competían en características de diseño y en modelos de restauración y acondicionamiento de los antiguos almacenes o dock del lado oeste de los muelles. Tras un freno obligado durante la crisis de la economía argentina entre 1998 y 2003, vuelve a tomar impulso. Y para el final de la primera década de este siglo, ya alcanza su configuración definitiva.


Puerto Madero es un lugar raro. Por su espacio, por  el silencio, el contacto con los pájaros durante el día, por la amplitud del cielo durante la noche. Aquí se recupera la visión en perspectiva. Los habitantes de la ciudad recuperan su relación con  el cielo y las estrellas en magnitud. Si uno se coloca en cualquier de los puentes del extremo norte o sur,  entonces una visión tan amplia de la ciudad como no podría ser en otro sitio.
Por la noche, la iluminación de los muelles y las difusas luces de los bares y restaurantes,  parecen puntos de gura de un dibujo imaginario.

Fotos El Jinete Imaginario

NOTA: Este trabajo se realizo con información de la enciclopedia Wikipedia. Aquí pueden consultar la página de referencia para ampliar detalles y precisiones. 

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