martes, 27 de enero de 2015

JULIO CORTÁZAR Y JULIO SILVA EN LAS FOTOS DE SAIGNON


Formaron un tándem que dejó varias trabajos en el catálogo de las obras necesarias para cualquier persona. La Vuelta al día en ochenta mundos, Último Round, Silvalandia, son algunas de ellas. En la parodia del combate que muestran las fotos, se representa una relación fluida y entrañable. Fueron sacadas en Saignon, un pequeño pueblo en el que ocurrieron muchas más cosas que este “combate del siglo”.




Ellos lo bautizaron “El Combate del Siglo” y tuvo lugar en el verano de 1972 en Saignon, en los alrededores de la casa de Julio Cortázar. Es casi seguro que recibió ese nombre por la pelea Dempsey-Firpo de 1923 – en Nueva York – que la prensa mundial bautizó con ese nombre. Y al final la parodia quedó temporalmente en el medio de otro “combate del siglo”, el que protagonizaron Carlos Monzón-José “Mantequilla” Nápoles en 1974, en Puteaux, cerca de París. Se sabe, que ambos combates, fueron de máxima atención para Cortázar, al que le gustaba el boxeo. 

Este combate de “los Julio” no tiene nada de épico en el mundo del boxeo y el lugar, incluso, es un pequeño pueblo de la región francesa de Provenza-Alpes-Costa Azul. Saignon tiene hoy apenas 1.058 habitantes y para la época de la foto apenas llegaba a 600.  El escenario, el paisaje que muestran las fotos, no es un parque, un patio o un espacio privado; simplemente es el campo abierto que quedaba a las puertas de la casa, que Julio Cortázar solía utilizar para retirarse a escribir cuando no estaba en París o de viaje. Saignon está a 63 km al norte de Marsella en una zona de serranías de no más de 500 metros sobre el nivel del mar. 

Sobre este lugar, hay una buena descripción de Alain Sicard, catedrático de la Universidad de Poitiers, primer director del Centro de Investigaciones Latino Americanas (CRLA) y el fundador del Fondo Julio Cortázar de ese centro perteneciente a la universidad. 

“Creo que todavía no había comprado la casa de Saignon –que para que ustedes sepan es un pueblito al lado de Apt, en las montañas del Luberon–, una hermosísima región detrás de Aix en Provence. Una región muy cotizada, de reunión de “les BoBos” parisinos”. 

Les BoBos” a los que se refiere Sicard en la entrevista que le hicieron en marzo de 2008, Chiara Bolognese, Sylvie Colla y Susana Gómez, son los “burgueses bohemios” parisinos que se caracterizan por tener un estilo de vida particular, formar parte de la clase media francesa en la que se encuentran la mayoría de intelectuales y artistas de la ciudad. 

Luego prosigue con su descripción de ese entorno. “En aquella época veraneaban allí muchos argentinos y Saúl  (Yurkievich)  iba todos los veranos. En otra casa vecina estaba el gran pintor argentino Luis Tomassello y un poco más lejos, Jacques Leenhardt, luego fue Juan José Saer. Más adelante Cortázar compró una casa ahí, cuando estaba casado con Ugné Karvelis. Por entonces Saúl había alquilado una casa con jardín; yo estaba de paso y me dijo que si quería conocer a Cortázar fuera esa noche porque hacía un asado. Da la casualidad de que ese asado es tema del cuento “Silvia”, incluido en Último Round”.

Este era un lugar que usaban con frecuencia Julio Cortázar y Julio Silva, el menos conocido de “los Julio”, a pesar que Cortázar haya hecho una buena descripción de Silva en “Un  Julio habla del  otro Julio”, un texto también incluido en  Último Round”. Sobre ese tiempo y la relación entre “los Julio”, dice Sicard en el reportaje mencionado: 

“En la foto está Ugné, no voy a entrar en la historia de las viudas de Cortázar, de las mujeres. Éramos jóvenes en la época; son días felices en las colinas del Luberon, íbamos por la mañana al mercado de Apt, un lindo mercado de Provenza, extraordinario de colores, e íbamos a hacer compras… son lugares que merece la pena ver. Cuando decidieron el divorcio con Ugné, que fue bastante difícil, ella le hizo vender la casa. Fue un desastre para Julio porque se sentía muy bien en esa casa. Si ustedes leen las últimas páginas de La vuelta al día en ochenta mundos, verán que es una evocación de un día en Saignon. Julio Silva es el que queda de ese grupo, aparte de Claudette (esposa de Sicard) y yo. Pero Julio sigue muy fiel al recuerdo de Cortázar, lo veo muy a menudo. Es un hombre puro también Julio”.

De izquierda a derecha: Alian Sicard, Julio Silva (de pie), Ugné Karvelis, Cortázar, Saúl Yurkevich, Gladys  Anchieri y Claudette (esposa de Sicard)

De izquierda a derecha: Alian Sicard, Julio Silva (de pie), Ugné Karvelis, Cortázar, Saúl Yurkevich, Gladys Anchieri (primera organizadora del Fondo Julio Cortázar)  y Claudette (esposa de Sicard)
Sobre las fotos a las que se refiere Sicard dice: “Estas fotos se hicieron precisamente en Saignon, donde encontré por primera vez a Julio. No sé si en aquel verano o el siguiente, pero fue posterior a los episodios que les comentaba antes. Están Saúl, Gladys… son años después del 74, 75. Aquí estamos comiendo un plato que yo había importado desde las orillas del Atlántico de Poitou Charente, el eclade”.

En el relato Un Julio habla del otro Julio, Cortázar hace estos comentarios en relación a Julio Silva.  
“Aquí hay un Julio que nos mira desde un daguerrotipo, me temo que algo socarronamente, un Julio que escribe y pasa en limpio papeles y papeles, y un Julio que con todo eso organiza cada página armado de una paciencia que no le impide de cuando en cuando un rotundo carajo dirigido a su tocayo más inmediato o al scotch tape que se le ha enroscado en un dedo con esa vehemente necesidad que parece tener el scotch tape de demostrar su eficacia”.

"El mayor de los Julios guarda silencio, los otros dos trabajan, discuten y cada tanto comen un asadito y fuman Gitanes. Se conocen tan bien, se han habituado tanto a ser Julio, a levantar al mismo tiempo la cabeza cuando alguien dice su nombre, que de golpe hay uno de ellos que se sobresalta porque se ha dado cuenta de que el libro avanza y que no ha dicho nada del otro, de ése que recibe los papeles, los mira primero como si fuesen objetos exclusivamente mensurables, pegables y diagramables, y después cuando se queda solo empieza a leerlos y cada tanto, muchos días después, entre dos cigarrillos, dice una frase o deja caer una alusión para que este Julio lápiz sepa que también él conoce el libro desde adentro y que le gusta”.

Luego relata cómo fue la primera vez que se encontraron. 

"Por eso este Julio lápiz siente ahora que tiene que decir algo sobre Julio Silva, y lo mejor será contar por ejemplo cómo llegó de Buenos Aires a París en el 55 y unos meses después vino a mi casa y pasó una noche hablándome de poesía francesa con frecuentes referencias a una tal Sara que siempre decía cosas muy sutiles aunque un tanto sibilinas. Yo no tenía tanta confianza con él en ese tiempo como para averiguar la identidad de esa musa misteriosa que lo guiaba por el surrealismo, hasta que casi al final me di cuenta de que se trataba de Tzara pronunciado como pronunciará siempre, por suerte, este cronopio que poco necesita de la buena pronunciación para darnos un idioma tan rico como el suyo. Nos hicimos muy amigos, a lo mejor gracias a Sara, y Julio empezó a exponer sus pinturas en París y a inquietarnos con dibujos donde una fauna en perpetua metamorfosis amenaza un poco burlonamente con descolgarse en nuestro living-room y ahí te quiero ver”.


Julio Cortázar define ese tiempo con una frase: “En esos años pasaron cosas increíbles”

En el plano de lo no creíble era el proyecto que manejaba “en esos años”. Era no creíble para los editores y mucho menos creíble para los críticos. Aunque nunca se llevó demasiado bien con esos gremios, “en esos años” estaba especialmente crítico con ellos. Lo prueba la respuesta que le da al periodista González Bermejo (entrevista para la agencia Prensa Latina) cuando le pregunta por los géneros literarios. 

"Está bien que haya usado la palabra ‘género’ porque se la voy a demoler. Me da la impresión que hoy hablamos de ‘novelas’ por razones de método, justamente por ese racionalismo occidental. Pero en realidad los productos, los libros que estamos leyendo tienen ya una gran plasticidad, una abertura muy grande en todas direcciones. Hay novelas que son poemas, hay poemas que son novelas; hay novelas que son collages”.

Existe una carta escrita desde Saignon, fechada el 30 de julio de 1966 y dirigida a su amiga Graciela de Sola, en la que define algo de su proyecto. “Irritará a los famas y encantará a algunos cronopios”, dice. Y luego explica que La Vuelta al día en ochenta mundos, “será una especie de almanaque o de baúl de sastre, pero prefiero el primer término porque no les tengo simpatía a los sastres y en cambio toda mi infancia estuvo iluminada por El almanaque del mensajero, del que quizá quede algún ejemplar en su casa (hay que mirar en los muebles viejos, en los sótanos)”

Usa la palabra “almanaque” pero él ya sabe que su trabajo será una especie de libro collage. Incluso el subtítulo que tuvo originalmente fue collage. Y en medio de esa búsqueda, aparece la necesidad de encontrar un compañero de trabajo. Es en ese momento donde Cortázar incorpora a Julio Silva en su propuesta y se lo dice así en una carta: “Estoy metido hasta las rodillas, que ya es algo en mí, dadas mis dimensiones, en un libro divertidísimo que le he prometido a Orfila para su nueva editorial y que responderá al título de La vuelta al día en ochenta mundos y al subtítulo de Collage”.

En otra carta dirigida a Silva, fechada el 23 de agosto de 1966, Cortázar le explica claramente en qué consiste su propuesta y que pretende con su colaboración: “Trabajo mucho en La vuelta al día en ochenta mundos que así se llamará el libro-collage que saldrá en México el año que viene. Nada me haría más feliz que contar con tu consejo para la diagramación de este libro que será una especie de almanaque de textos cortos y muy diversos, un libro para cronopios […] Me gustaría un libro con mucho viento adentro, blancos por todos lados, viñetas entre texto y texto, dibujitos raros en los márgenes y otras astucias sílvicas y cortazarianas”

El texto de la carta es el comienzo de un sistema de trabajo y colaboración que Cortázar lo describe con claridad en el relato Un Julio habla del otro Julio


“Creo que el trabajo con Cortázar fue un encuentro, una necesidad y una diversión haciendo algo con una idea precisa; esos pequeños textos son muy importantes porque a veces son la base de una historia que se despliega después; como un pintor que primero hace un croquis y después lo despliega en un cuadro. Todo escritor guarda textos sueltos, siempre hay un cajón de sastre. Esos textos constituyen la base de esos dos libros”

Así define Julio Silva el inicio de los trabajos con Cortázar. Es un testimonio que recogió Marisol Luna Chávez, el 23 de mayo de 2006, en la casa estudio que Silva tiene en el barrio de Montparnasse, París, sobre el Boulevard Brune. Los dos libros que menciona son La vuelta al día en ochenta mundos y Último Round. Este testimonio bien puede ser la continuación o contestación a la carta que Julio Cortázar le escribió en agosto del ’66. 

Cuando Cortázar le escribe diciendo: “Estoy metido hasta las rodillas (…) en un libro divertidísimo”, Silva ya sabe de qué se tratan las dificultades a las que se refiere. Le comenta  a Luna Chávez que Cortázar “se quejaba de las cosas que se imprimían, primero la técnica de impresión era mala, luego el aspecto estético. Y empezamos a trabajar, a cambiar la presentación”. Luego agrega que “para hacer una edición tienes que seleccionar el papel, cuidar la tipografía, estructurarla. Un libro es una cosa que te tiene que dar ganas de leerlo. Así comenzó la aventura con Orfila Reynal en Siglo XXI Editores, con La vuelta al día en ochenta mundos. Luego vino Último Round, que pudimos imprimir en Italia donde estaba más avanzada la tecnología, y la calidad del papel nos permitía imprimir fotos”.

En el relato Un Julio habla del otro Julio, Cortázar sintetiza una forma de trabajo que – en este caso – Silva amplia con detalles menos literarios pero más precisos en la gestación de las dos obras mencionadas. “Julio me traía los textos poco a poco. Entonces buscábamos las imágenes; abríamos un libro, una revista, toda la diversidad de materiales impresos a nuestro alcance y las encontrábamos. Algunas eran inusitadas, desconocidas, otras, como la foto de Julio Verne no. La imagen abría la puerta para el texto, tenía el lado analógico. A veces, también con la imagen había que contradecir el texto”. Y luego agrega: “Como en un collage. Te das cuenta que es como recortar la cabeza y los pies, y quien tiene imaginación con la cola,  pegás una imagen ordinaria y se convierte en extraordinaria, y hace que en el texto haya una antinomia”.

Pero si en Saignon o en París, en plena gestación de las ediciones, el trabajo pudo ser más o menos así como lo describen ellos, lo peor era cuando se trataba de corregir las ediciones en una época donde internet no existía y la comunicación on line ni siquiera entraba en las utopías. Sobre esto Julio Silva le comenta a Luna Chávez: “En la época corregir era un dilema, ahora te mandan la información por internet y podés corregir en tu casa. Eran kilos de papel, el correo en esa época era caro. Cortázar escribió hasta en el borde de las páginas y en papel transparente para que costara lo mínimo mandar un correo y éste tardaba quince días o un mes para llegar. Ahora escribís y dos segundos después está en tu computadora, corregís las pruebas y las mandás; el sistema cambió”.
 
Tal como lo explica Alain Sicard, Julio Silva es uno de los pocos que queda de aquella época de Saignon y tiene una relación de agradecimiento con el recuerdo de su amistad con Cortázar. Dice: “Manteníamos el contacto, lo podés ver en las cartas, había como un juego. A él le gustaban esas cosas. A mí me tocó esa suerte. Yo hice lo necesario. Fui a visitarlo con un pretexto cualquiera, porque en 1955 Cortázar no estaba tan solicitado como en los últimos años de su vida. Él era un solitario y con la gente que se le acercaba era muy amable. Fueron otros caminos. El caso aquí es que nos fuimos acercando, poco a poco, me dio a leer la versión original de Rayuela y yo me quedé como si te dan una bomba y no sabés cómo desarmarla”.

Volviendo al comentario de Cortázar sobre que “en esos años pasaron cosas increíbles”, hay que agregar que pasaron desde lo sencillo, austero y creativo. El espíritu festivo de esos años y de ese lugar, quedan en evidencia en una correspondencia que le envía a Alejandra Pizarnik, desde París, el 14 de julio de 1965. Dice sobre su casa de Saignon: 

“Desde luego no tengo nada para mandar, como no sea la cuenta del albañil que nos agregó una pieza a la casita de Saigón y que nos dejó tecleando por varios meses, el muy artesano. Si me pagan esa cuenta, se las dejo publicar; tiene unas faltas de ortografía muy decorativas, y en cierto modo es un acto letrista. La mejor parte es donde dice:
            Sf. S.V.P., à raison de… 45, 67 fr., à valoirsur ch.p.,
            soustrait de 54,25 fr. pour des imp. colmatés… 456,27 fr.
 Hacía mucho que no leía un poema tan ceñido. Ni tan caro”.                 

Y para terminar, porque todo reportaje debe terminar, el final viene dado por este texto de Cortázar sacado de Uno de tantos días en Saignon, del libro Último Round:
"Y así termino de bajar el sendero tarareando una canción criolla que cantaban Gardel y Razzano y que de niño me llenaba de una tristeza sin nombre: Ya mis perros se murieron y mi rancho quedó solo. Falta que me muera yo para que se acabe todo."  

Pero no fue así. El escritor no fue profético y el mundo que construyó con su literatura tiene nuevas dimensiones. Mientras tanto Julio Silva sigue insistiendo con sus dibujos, “esa fauna en permanente metamorfosis”, tal como la describió Julio Cortázar en Un Julio habla del otro Julio.

Fuentes 
Entrevista de Ernesto González Bermejo para Prensa Latina: “Julio Cortázar: una apuesta a lo imposible”.  http://www.mshs.univ-poitiers.fr/crla/contenidos/Cortazar/recherche.php?Id=30
 
·        Entrevista a Alain Sicard. Conversación en torno al Fondo Julio Cortázar.

·         “Papeles, trazos y testimonios”. Marisol Luna Chávez.  http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/5108/5108/pdfs/51luna.pdf

·         Carta de Julio Cortázar a Alejandra Pizarnik. http://alejandrapizarnik.blogspot.com.ar/2010/04/carta-de-julio-cortazar-alejandra.html
·   
Fronterad revista digital http://www.fronterad.com/?q=julio-cortazar-y-paris-%E2%80%98ultimo-round%E2%80%99-pasaje-al-centro-mandala

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