A partir de materiales de rezago, Carlos Regazzoni desarrolla un tipo de escultura que sorprende, impacta, incita a la curiosidad cuando menos. Rompe todas las ideas básicas del arte contemporáneo. Las obras expuestas en el Paseo de las Esculturas, quizá sugieren improvisación, elaboración repentista, construcción fortuita. Pero en rigor, muestran una gran destreza técnica y una sensibilidad particular en la creación artística.
La
procedencia de los materiales es diversa, igual que sus texturas y sus
funciones en la vida práctica y cotidiana. Ahora, esos materiales de desecho,
son otra cosa. Más de 50 obras se exponen en la plaza Rubén Darío de Buenos
Aires, en lo que se denomina “Paseo de las Esculturas”, un evento que se
realiza cada dos años con un artista invitado. Este año, en su tercera edición,
expone Carlos Regazzoni, un artista nacido en Comodoro Rivadavia, Chubut, en
1943, pero que está afincado en la capital argentina desde hace muchos años.
La Obra
La muestra se
compone de tres conjuntos de esculturas.
* Uno es “La
Flota de Aviones”. Una manera particular de rendir homenaje a la Aeropostal
Argentina, la primera empresa de correo por avión que funcionó entre el centro
del país y la Patagonia en la segunda década del siglo XX. Su piloto más famoso
fue Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, figura a la que también
rinde homenaje Regazzoni.
* Otro grupo es
“El Malón”. Veintiún esculturas que recrean o escenifican el último malón, en
1876, del cacique Namuncurá sobre la actual ciudad de Azul. Indios guerreros
vigilando la pampa, otros a caballo y en acción y otro (probablemente el
cacique) con una mujer blanca cautica en la montura. En esta escultura, el
color blanco de la simulación de la cautiva, la inclinación hacia la derecha de
las piernas, nos lleva necesariamente a la primera imagen del cuadro “La Vuelta
del Malón” de Ángel della Valle, de 1892. Lo demás, es la tropa del cacique y
algunos animales domésticos de la pampa que era lo que los indios se llevaban
en cada ataque a una población.
* El último
es “Rancho de los esteros” aunque en rigor no hay ningún rancho ni caserío.
Este conjunto se compone de diversos animales autóctonos argentinos, como avestruces,
ñandúes, el guanaco, el lagarto, el tero o la langosta.
La
observación minuciosa y pormenorizada de las esculturas, le permiten al
observador distinguir lo más extraños objetos. Puertas de automóviles, caños de
escape de motos y camiones, ruedas de triciclos infantiles, goma de caucho de
grandes camiones, rejas de arados de distinto tipo y tamaño, barras de hierro
de alguna construcción, cadenas de algún motor, herraduras, tornillos diversos,
placas de hierro de distintas formas y grosos, chapa retorcida y así se podría seguir enumerando
la diversidad de objetos con distintas texturas. Todo ese material de rezago
está combinado con criterio. Ha sido soldado, pegado y ensamblado para producir
un efecto en el espectador.