miércoles, 29 de agosto de 2018

300 METROS A PURO CIELO.

El espacio que ocupan los edificios de la zona llamada Catalinas Norte es un puro desafío al cielo y al vértigo. Esto último en la calle, en la velocidad con la que se maneja el tránsito y se mueve la gente. Lo primero es la envergadura de los edificios que, sin ser excepcionalmente altos, pareciera que se fueran a comer las nubes. Las estructuras vidriadas del conjunto, generan reflejos y efectos espejo durante el día, cambiando la coloración de los edificios según la posición del sol. Por la noche, la soledad de la avenida y las calles interiores, entre edificios, permite visiones lumínicas desde el interior que, vistos desde abajo los edificios en su conjunto, parecen inmensas naves dispuestas a partir a alguna galaxia. Esta es una visión particular de este lugar de Buenos Aires, que creció exponencialmente en apenas 30 años. 





Los terrenos de la Avenida Leandro N. Alem que dan sobre el sector Este (del lado del río) siempre fueron un enorme playón de maniobras de los ferrocarriles argentinos. La zona quedó comprometida como el ante puerto, tanto del viejo como del nuevo puerto de la ciudad. Los 300 metros que van desde la Avenida Córdoba hasta la calle Marcelo T. de Alvear coinciden espacialmente con la Dársena Norte. Es decir, el extremo norte de los diques del viejo Puerto Madero y la ante sala del nuevo pensado por el Ingeniero Huergo. En cualquier caso, toda esta zona fue un sector de maniobras de trenes de carga. La vista que siempre se tuvo desde la barranca de la plaza San Martín y las pendientes leves de las calles Paraguay y Marcelo T. de Alvear siempre fue un horizonte un tanto deprimente, que impedía ver el auténtico horizonte sobre el río. Aquí, la ciudad de Buenos Aires amanecía entre hierros, vigas, vías, vagones de madera y grúas móviles.
Pero las transformaciones de la década de 1990, produjeron un cambio radical. La década noeliberal fue pródiga en privatizaciones y desguaces de gran parte de los bienes del Estado. Y en ese marco, el sistema ferroviario fue una víctima precisa. Se priorizó el transporte por carretera, los puertos cerealeros pasaron a ser los del litoral del Paraná y Bahía Blanca. Entonces la ciudad de Buenos Aires perdió esa enorme masa de granos que se acumulaba, antes de embarcar, en esos playones de carga contiguos a la Avenida Alem. La zona dejaría de ser un lugar de paso hacia Retiro o la City porteña para albergar oficinas de  las empresas más importantes del país.



Proyectos sobre este espacio siempre hubo. Buenos Aires es la  ciudad de los proyectos y el lugar daba lugar para la imaginación de urbanistas y arquitectos. En un rápido recorrido histórico, cuento que “en 1872 Francisco Seeber creo una sociedad anónima llamada The Catalinas Warehouses and Mole Company Ltd., o Sociedad Anónima Depósitos y Muelles de las Catalinas, con el propósito de emplazar un muelle (a la altura de la calle Paraguay) y una aduana.[1]​ Para ello adquirió los entonces ribereños terrenos que se encontraban al este del Paseo de Julio (hoy Avenida Leandro N. Alem)”. Esto lo dice el sitio Wikipedia en la página Catalinas Norte.  Más adelante agrega: “Ya que en la esquina de las calles Viamonte y San Martín se encontraba, y aún se encuentra, la Iglesia de Santa Catalina, la zona era conocida como la bajada de las Catalinas,[1]​ y de allí derivó el nombre de la empresa y posteriormente, del depósito portuario y muelle. Con la compra de más terrenos en el actual barrio de La Boca, se denominó Catalinas Norte a la sección original, y Catalinas Sud a las recién adquiridas.[1]​ Con la construcción del Puerto Madero en la última década del siglo XIX, el muelle de las Catalinas fue desmontado”.
Así estaría explicado el comienzo. Luego se produjeron una sucesión de compras y ventas de lotes, creación de nuevas sociedades, más proyectos y mejores propuestas. Pero el extenso espacio que va desde la Avenida Córdoba hasta la plaza de la Torre de los Ingleses, siguió siendo un playón de carga, luego transformado en baldía y más tarde  ocupado como playa de estacionamiento. En la década de 1970 toma impulso la iniciativa gubernamental de alentar la urbanización del lugar. En 1972 se inaugura el Sheraton Buenos Aires Hotel. En 1973 la Torre Conurban, en 1974 la torre Carlos Pellegrini y en 1975 la Torre Catalinas Norte. En 1976 comenzó  la construcción de la Torre Madero y un poco más tarde al Torre IBM que nos serían terminadas hasta cinco años después, fruto de los vaivenes económicos nacionales. Pero recién a mediados de la década de 1990 todo el lugar toma el verdadero impulso de construcción y urbanización, convirtiéndose en la zona más cara de Buenos Aires. La privatizaciones de las instalaciones ferroviarias y el desarrollo inmobiliario y comercial de lo que hoy es Puerto Madero,  terminaron por configurar definitivamente el lugar. De esa época son las torres gemelas Catalinas Plaza y Alem Plaza. Luego se extendería el boom inmobiliario hacia la calle Lavalle con la construcción de las torres Fortabat y el edificio de César Pelli.



Este espacio urbano tiene muy poco que ver con su origen y posterior utilización. Buenos Aires ya no es el puerto cerealero de Argentina. Al menos no es el más importante, sino más bien de tercer orden. El desarrollo de la ciudad como principal centro cultural latinoamericano y gran polo financiero sudamericano, impuso nuevos usos en el corredor contiguo a la ribera del Río de la Plata. Un río que los porteños no ven por la muralla que forman estos edificios vidriados que se reflejan entre sí y copian el cielo. Pero la perspectiva que ahora se tiene desde el río hacia el interior urbano, ya no es la de un puerto de actividad febril en esa zona. La imagen es la de una ciudad de  edificios enormes que le dan una identidad nueva.
Para una información más pormenorizada sobre los aspectos históricos y arquitectónicos de la zona denominada Catalinas Norte, sugiero consultar los portales de Wikipedia, Arcón de Buenos Aires y Moderna Buenos Aires.
Fotos: ©sarmiento-cms