martes, 14 de octubre de 2014

LA MODELO… Reclama un lugar en la historia

A los 99 años recibió un reconocimiento que no esperaba: un homenaje en el Museo Nacional de Bellas Artes de parte de artistas consagrados, reconocidos y otros no tanto. Rosa Amanda Gutiérrez se lo merece por derecho propio. Fue la modelo de una obra clave en la historia de la pintura argentina: la “Venus criolla”, que Emilio Centurión pintó en 1934.


El hall de entrada al museo nacional tiene un lleno moderado. La convocatoria no ha tenido el replique en la gran prensa, entonces únicamente se ven artistas y allegados a la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos, autoridades del museo y algunos amigos que acompañan o hacen de “maestro de ceremonia” como el caso del escultor Antonio Pujía, a quien una amistad con la modelo.  

Ella sabe que es el centro de atención. Esta vez es distinto. Otras veces lo supo, pero fue de manera particular. Fue el objeto de exaltación, figuración o simbolismo, el vehículo por el que se valió el artista. 

Se ganó la vida durante muchos años con su condición de modelo vivo. Y posó para los mejores pintores de la época. Algunos ya no están, pero en este hall del museo sí están presentes algunos alumnos del Círculo de Bellas Artes que la conocieron en esa actividad. 

El entorno que rodea hoy a la modelo no es ceremonioso, tampoco hay pinceles ni pinturas. Hay decenas de ojos que la miran con admiración y tratan de evitar lo inevitable: comparar a la persona que están viendo con la figura del cuadro. Se le nota que está orgullosa y satisfecha. En su mirada hay agradecimiento y placer por lo que está viendo. 

Se maneja con mucha soltura. Nada indica la edad que tiene. Pero la suya, ha sido una vida de muchos combates. Sobre el final del acto muestra un cuaderno con dibujos propios y la fotografía de una escultura, una cabeza, con la que menciona que ganó un concurso. Entonces pregunto: 

-- ¿En medio de tanto artista aprendió a dibujar? 

-- Lo mío es autodidacta. No tenía tiempo ni dinero para pagar clases y estudiar. Aprendí mirando, estando con ellos y practicando. Me gusta dibujar y he pasado muchas horas haciendo dibujos. 

-- Pero no se dedicó a la pintura… 

-- No, para nada, lo mío era ganarme la vida. Hice de todo. Fui modelo viva en los talleres de artistas o estudiantes de arte; pero también fui niñera, hice trabajos a domicilio y mucama de la familia Dodero. Una pequeña ayuda de ellos de 35 pesos de entonces, me ayudó a pagar la última cuota de mi propia casa. 

-- Vida ajetreada la de entonces… 

-- Si, yo no podía tomarme muchos descansos. Ahora vivo muy tranquilo en mi casa de Pacheco. Paso todo el tiempo que puedo haciendo dibujos, mirando obras de arte y… viviendo. 

Sobre el final de acto en el que recibió elogios de varios artistas, dejó un mensaje de mucha claridad: “No pierdan el tiempo en cosas banales o vulgares, dediquen todo el que puedan a trabajar y vivir en el arte que es lo único que trasciende de verdad”. 

Su mensaje estaba corroborado por los hechos, hablaba ante un auditorio que mayoritariamente ha dedicado todos sus esfuerzos por dejar un mensaje o una propuesta a la sociedad, pero pocos como ella quedarán en la memoria de la pintura argentina. 

No fue artista, no lo es ahora, pero fue modelo de mujer y de belleza. La persona que Emilio Centurión eligió para que fuera su “Venus criolla”.

 

 

 

 

La Obra. 


“Los ideales de belleza femenina varían según las diferentes culturas”, dice Rafael Squirru en “La Venus criolla / Cómo ver la obra”. “Pues bien, Emilio Centurión quiso celebrar en La Venus criolla la belleza femenina tal cual él la percibió en el arquetipo que adoptó como modelo. Sin duda que esta modelo está más cerca del ideal de Gauguin captado en las maoríes que de otros ideales, como los que podrían reflejar las Venus del Tiziano. O en Velázquez, la famosa Rockeby Venus que el genio español pintó de espaldas, haciéndonos rebotar el enigma de su espejo”, agregó en esa nota publicada el 29 de febrero de 2004 en el diario La Nación. Luego mencionó en otro párrafo: “Ahora bien, en la culminación de su genio pintó La Venus criolla, donde desplegó su admiración por un tipo de belleza más próximo al ideal de Gauguin que al mayoritario gusto europeo. Fue Marechal que dijo que el poeta es voz exacta de su pueblo, en un sentido amplio de poeta, que abarca pintores y músicos. A esa estirpe pertenece este autor (…)”. 

El pintor Eduardo Iglesias Brickles (nacido en Corrientes en 1944) dice en la nota “La más criolla de las Venus”, publicada el sábado 21 de julio de 2012: “Hay artistas en que toda su obra se resuelve en una sola. Con ella ponen la marca de su talento. Ese, a mi parecer, es el caso de Emilio Centurión y “La Venus criolla”. Si uno se da una vuelta por el Museo Nacional de Bellas Artes será fácil encontrarla en las salas de pintura argentina porque posee luz propia”

La obra es central en la historia de la pintura argentina. Ha marcado a fuego la trayectoria del autor, con la que Emilio Centurión ganó el Gran Premio de Honor en el XXV Salón Nacional de Artes Plásticas en 1935. Este lienzo pintado al óleo de 185 cm por 130 cm había sido realizado el año anterior. No es el  único trabajo en que usó de modelo viva a Rosa Amanda Gutiérrez. Según el catálogo de abril de 2010, de la empresa de subastas “VerBo”, la modelo de la obra “Descanso” (Lote 32. un grafito de 46 cm por 36 cm) es Amanda Gutiérrez. Y es posible que haya otros trabajos que se han perdido en el tiempo o que no se ha identificado correctamente a la modelo. La razón, es que no es habitual reconocer a la modelo como en este caso. 

En el catálogo de la Fundación Konex “100 Obras maestras de 100 pintores argentinos” dice Ana María Telesca sobre la “Venus criolla”: “Con la obtención de este Gran Premio de Honor, este desnudo realista, desenfadado, franco, audaz, étnicamente americano, clausuró medio siglo de controversias sobre el tema. 

No podemos dejar de comparar esta imagen con “Le lever de la bonne” que Eduardo Sívori pintó en 1887 para el Salón de Paris y que cuando llego a Buenos Aires solo pudo ser exhibido selectivamente, por invitación, en los salones de la Asociación Estimulo de Bellas Artes. Se temían las consecuencias de la exhibición pública de un desnudo que no estaba disfrazado con ropajes literarios o mitológicos. “Le lever de la bonne”  permaneció dentro de las paredes protectoras de ese ámbito, hasta que paso a la colección del Museo Nacional de Bellas Artes.
Centurión, a la manera de un Greco moderno, interpuso detrás de la figura el recurso de un patio que sirvió para aislarla, destacar su volumen y su singularidad étnica”.

Y está todo dicho.

 

 

 

El Autor


Esta no será una biografía pormenorizada. Solo algunos aspectos puntuales para colocar a la obra y a la modelo en el contexto que corresponden. 

Emilio Centurión nació en Buenos Aires el 14 de julio de 1894 y murió aquí también el 26 de diciembre de 1970. Comenzó a pintar desde muy chico. Entre 1911 y 1913 estudió en el taller del artista italiano Gino Moretti, luego siguió los cursos gratuitos del “Taller Libre” de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes. Se ganó la vida ejerciendo la docencia y como ilustrador en las revistas “Caras y Caretas” y “Plus Ultra”.

En 1918 viajó a Brasil y en 1918 realizó un viaje por las provincias argentinas y tomó contacto con el hombre de campo y el paisano argentino. En 1928 hizo su primer viaje a Europa, tal como mandaban los cánones de la formación artística. Pero en 1920 Centurión era un artista reconocido. Ese año obtuvo el Primer Premio en el X Salón de Primavera con la obra “Misia Mariquita”, en 1925 logró el Primer Premio en el Salón de Acuarelistas, en 1934 el Premio Municipal en el Salón de Primavera y en 1935 en el que lo consagrará definitivamente en la historia.  

La valoración estética y técnica de la obra de Centurión de esos años, está perfectamente explicada en el comentario de la pinacoteca del Ministerio de Educación de la Nación. Dice:  “Desde sus primeras obras hasta los años '20 el planteamiento de las figuras, el tratamiento del espacio, el cromatismo y el "clima" de sus obras presentan una manifiesta tendencia hacia un naturalismo de filiación española. A partir del contacto con los artistas argentinos aglutinados en torno de las actividades renovadoras - representadas básicamente por el grupo "martinfierrista", la Asociación Amigos del Arte y los salones alternativos para artistas modernos, que aparecen en el escenario plástico argentino en torno de los años '20-, Centurión cambia su enfoque estético. Con un uso del color que prioriza las gamas bajas, el artista se va a concentrar, fundamentalmente, en el análisis estructural de las formas, que tanto preocupó a Cèzanne y a sus seguidores. Su Venus criolla y Muñeco, ambas del '34, son el claro ejemplo de una búsqueda basada en un planteamiento volumétrico de las formas y de una concepción geométrica de la estructura plástica”. 

Nada más que agregar. Salvo que esta vez, además de los datos biográficos y los comentarios técnicos y estilísticos, también se debió hacer espacio para la modelo que, sin proponérselo, consiguió que la historia le diera su lugar. 


Material gráfico propio que se puede ampliar en este enlace de Flickr. 


Fuentes utilizadas:
http://www.lanacion.com.ar/576410-la-venus-criolla-como-ver-la-obra

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