Tres imágenes nocturnas de un día laboral,
tres miradas en la noche sobre este punto sensible de la arquitectura social de
Argentina. La Plaza de Mayo.
La Plaza de Mayo
siempre está llena de gente, aunque sea de noche y esté vacía. Este recinto que
no alcanza a dos hectáreas, es el centro del sistema nervioso de los
argentinos. Aquí han pasado muchas cosas. Y las voces de entonces siguen
vibrando bajo luz de sus farolas antiguas. El silencio en esta plaza es denso,
acogedor y cargado de memoria. La memoria de los argentinos. La arquitectura
institucional de su entorno no convierte el espacio en ceremonial. Son
las voces que se fueron, vuelven y se van en un agitado deambular por la
historia. Mañana, desde el amanecer, todos esos ruidos, cantos, bailes,
reclamos, protestas, luchas, batallas,
derrotas y avances en el encuentro de la
sociedad argentina, se irán para dejar
el lugar a la velocidad del nuevo día, de los nuevos tiempos.
El espacio de los reclamos.
Al fondo, una
imagen de lo que queda del Cabildo original de Buenos Aires. Frente a esos
balcones de madera, los argentinos de
entonces hicieron sus primeros reclamos. El más famoso de todos, es la movilización de vecinos el 22 de mayo
de 1810 que dejó una frase para la historia; “El pueblo quiere saber de qué se trata”. Fue el pedido
generalizado de quienes estaban esa mañana frente al Cabildo, donde se
desarrollaba un Cabildo Abierto para
resolver el futuro gobierno de la colonia, ante la caída de la monarquía
española a manos de las tropas de
Napoleón. Como se sabe, ese Cabildo Abierto fue el preámbulo de la
Revolución de Mayo tres días después,
que marca el comienzo de la vida
independiente de Argentina.
Los líderes
callejeros de ese día fueron Domingo French y Antonio Beruti y quienes estaban
en la calle se los denominó “Chisperos”.
Ambos vivían a pocas cuadras de esta plaza. Y los dos terminaron formado parte
de los ejércitos de la independencia y posteriormente a la política. Se les
atribuye la creación de la escarapela
nacional. Una distinción que repartían en la plaza los Chisperos para
identificar a quienes estaban a favor de
un gobierno independiente. La escarapela celeste y blanca luego fue adoptada por Manuel Belgrano como
parte del uniforme de sus tropas acantonadas en Rosario, el lugar donde creó la
bandera nacional con los mismos colores.
Todo ese bullicio
de entonces, marcó para siempre el destino de esta plaza. Todos los grandes
movimientos sociales nacieron o tuvieron su bautismo de presentación en este
rectángulo de 2 hectáreas, desde el peronismo hasta el radicalismo. Pero antes, fue el lugar de
concentración de anarquistas y socialistas en los últimos años del siglo XIX y
primeros del XX, cuando peleaban por las ocho horas laborales, descanso
semanal, aguinaldo y vacaciones. La plaza no solo albergó esos reclamos, sino
que es el punto que marca la temperatura del humor nacional.
La Plaza de Mayo siempre fue un faro.
Un faro o un mojón. Fue punto de encuentro, zona de
litigios, área de reclamos, espacio de celebraciones, punto de felices saludos
triunfales. La Plaza de Mayo es ese lugar extraño que de ser una gran explanada
que separaba el fuerte del cabildo y albergaba el único mercado de la ciudad (en tiempo de la colonia) a ser centro
político, social y económico de Argentina. La
Plaza de Mayo es el nervio sensible del país, es el corazón de las
decisiones. Es el faro de las emociones.
En la imagen,
una de las dos fuentes de agua de la plaza, las palmeras yatay en penumbra y la Casa Rosada al fondo.
Estas fuentes no son las originales. En tiempo de la colonia y primeros años
tras la independencia, en el lugar que ocupan estaba la Recova. Un edificio que
dividía la plaza por la mitad con una línea de cuarenta locales. La mitad de
ellos mirando hacia el este y el resto al oeste. Era el mercado de la ciudad
desde el año 1803.
En 1856, el pintor Prilidiano Pueyrredón rediseñó el espacio y lo convirtió en un
espacio verde con jardines, bancos y suelo de ladrillo y argamasa. Y en 1870 se
instalaron las dos primeras fuentes. Esas
obras de la fundición francesa Du
Vall D´Osne están ahora en la esquina de la Avenida 9 de Julio y Córdoba. Las
actuales son más pequeñas y
seguramente más funcionales para
resistir las concentraciones masivas que este
lugar recibe casi todos los meses del año. Ya saben, Argentina es un
país donde la palabra Crisis está a
la orden del día.
Imágenes El Jinete imaginario/César Manuel Sarmiento
En instagram: @eljineteimagianrio
En You Tube: El
Jinete Imaginario
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