viernes, 23 de octubre de 2015

MURALISMO EN BUENOS AIRES


Buenos Aires no es una ciudad que se caracterice por el muralismo. Pero desde hace unos años, los murales, el graffiti  y al arte callejero o “street art”, han encontrado espacio y estimación entre sus habitantes. Nuevos creadores se han incorporado, ganado espacio en  una ciudad que combina el arte con su mejor tradición arquitectónica. Aquí una vista general de este fenómeno, pasando por los murales del Subterráneo de Buenos Aires, las Galerías Pacífico, la Galería Santa Fe, el muralismo combativo de Ricardo Carpani y el Grupo Espartaco o la temática social en el arte mural de Quinquela Martín en La Boca. 

Galería de imágenes en este enlace a Flickr

 


Mural de Martín Ron y Nase en la esquina de Scalabrini Ortiz y Soler del barrio de Palermo, en Buenos Aires
El efecto sobre el espectador, la interacción de la obra con su entorno, las posibles reacciones de los observadores y otras preocupaciones por el estilo, han marcado desde siempre la obra de los artistas. En ese contexto, el mural es una disciplina que busca dejar el caballete, el taller y sus paredes, la galería y sus focos, para instalarse en medio del espacio público.

En la ciudad de Buenos Aires, en el comienzo de las expresiones artísticas murales, ese espacio público estuvo restringido a las iglesias. Luego le siguieron las cúpulas de los grandes teatros o cines, las entradas y vestíbulos de los edificios, las galerías comerciales y especialmente las nuevas estaciones del transporte subterráneo. Más tarde, el mural empezó a tener un lugar destacado en las paredes de las calles o en las alturas de las medianeras de los edificios. Al final, la fachada de muchas casas son decoradas con murales temáticos o expresiones libres. Así, Buenos Aires, que no es una ciudad con la tradición muralista de México – por ejemplo – está teniendo una progresión significativa de esta manifestación artística. Al mismo tiempo, junto a ese impulso, se produce una revalorización de los murales existentes y que por diversas razones fueron condenados al olvido.  
 
La temática a lo largo de esta historia ha sido diversa. Como puede suponerse, el tema religioso ha sido dominante en los primeros años, porque los recintos lo imponían y quienes contrataban a los artistas lo exigían. Se cree que el más antiguo que se conserva es el de la "Dolorosa". Se encuentra en la Iglesia Nuestra Señora del Pilar, del barrio de La Recoleta. Ocupa la parte trasera del altar de ese nombre y se cree que fue pintado al fresco alrededor de 1735. Otro mural renombrado de la época colonial y que ya no existe, es el de Jean León Palliére; pintado en el Coliseo Argentino, primer teatro de envergadura de la ciudad, alrededor de 1804. La demolición del edificio situado en las actuales calles Perón y Reconquista en 1873, terminó también con los días de esa obra.

Los murales del siglo XIX que todavía sobreviven a la picota o el espíritu renovador  son los que hizo Francisco Paolo Parisi en la Catedral de Buenos Aires, hacia 1891, utilizando la técnica del encausto. También para el final del siglo, Carlos Barberis hizo los murales ornamentales del cielorraso de la farmacia La Estrella, en la esquina de Alsina y Defensa.  Hay que destacar de esa misma época, la obra de Nazareno Orlandi, de temática clásica, que se mantiene en la Iglesia del Salvador, el Colegio Mariano Acosta, el Salón Dorado de la Casa de la Cultura de la ciudad (ex edificio del diario La Prensa) y las cúpulas del Cine-Teatro Gran Splendid, hoy convertido en una inmensa librería.


En el Subte, el mural encuentra al gran público.


La primera irrupción claramente masiva que tuvo el mural en Buenos Aires, fue en la decoración de las estaciones del transporte subterráneo. Los porteños usuarios de las líneas C y D fueron los primeros en encontrar unos inmensos murales en los andenes de las estaciones. Luego se sumaron los vestíbulos de las boleterías. Y así hasta que la propuesta se volvió masiva en los últimos 15 años. En la línea C, por ejemplo,  las paredes están decorados con murales de mosaico esmaltado y el motivo son paisajes de diferentes regiones de España. Los andenes de las estaciones en dirección a Retiro, tienen panorámicas alegóricas a Bilbao, Santander, San Sebastián, Álava y Navarra. Y los que tienen dirección a Constitución, tienen como temas a Santiago, Lugo, Asturias y Santander.  Estas obras fueron realizadas entre 1923 y 1934 y provocaron que durante años, a esta línea del Subterráneo de Buenos Aires, se la llamara “La línea de los españoles”.  Todas estas obras, fueron declaradas monumento nacional. A pesar del deterioro, en algunas se puede ver la firma del ceramista: “M.G.Montalvan. Ceramista, Triana, España, 1934”.

El comienzo fue la línea C, pero rápidamente se incorporaron otros murales, especialmente en la línea A, D y F. En la D se destacan las obras en mosaico cerámico con motivos de las misiones jesuíticas del norte argentino en las paredes del vestíbulo de la estación Plaza Italia. En el suelo del mismo andén, la obra es sobre un cartón de Quinquela Martín, en la que el motivo es el puerto de La Boca. En 1959 se inauguró en la estación Boedo, de la Línea E, un mural sobre boceto de Alfredo Guido, titulado “Boedo a mediados del siglo XX”.

Hacia la década de 1930,  la mayoría de las estaciones fue teniendo un espacio para un mural alegórico a un tema, un artista o un hecho destacado de la vida argentina.  Para las líneas D y E, se invitó a artistas como Otto Durá, Alfredo Guido y Léonie Matthis de Villar a inspirarse en las leyendas, tradiciones y costumbres nativas.

  

Un claro ejemplo de estas tendencias es la estación Plaza Italia de la Línea D.


En el piso del andén central se encuentra un mural basado en un boceto de Benito Quinquela Martín del año 1939, realizado por Constantino Yuste, llamado “La descarga de los convoyes”, con unas medidas de 6,35 por  4,23 metros. En dirección a las escaleras que llevan al nivel superior, una de sus arcadas está decorada con el mural “Capilla en la sierra”, basado en un cartón de Fray Guillermo Butler y realizado por Cattaneo y Compañía, cuyas medidas son 10,10 x 2,5 metros.

El vestíbulo oeste posee dos murales también realizados por Cattaneo y Cia. Uno de ellos está basado en bocetos de 1938 de Leónie Matthis de Villar e incluye las escenas “Besamanos de los caciques”, “La visita del gobernador” y “Casamientos colectivos”, y sus medidas son 3,5 por 2,15 metros; mientras que el otro se titula “La Iglesia del Pilar, siglo XIX”, está basado en bocetos de José Millé de 1938 y sus medidas son 3,6 por 2,15 metros.

Luego de un largo período de abandono, en los últimos 30 años se vigorizó la propuesta de que las estaciones del subterráneo  tuvieran murales. Alrededor de 25 nuevos murales se incorporaron al patrimonio de la ciudad.  Así, Rogelio Polesello (en la línea D, estación José Hernández); Josefina Robirosa (misma línea, estación Olleros); Carlos Páez Vilaró y el fileteador Andrés Compagnucci (línea B, estación Carlos Gardel) conviven con las viñetas de Horacio Altuna (línea C, pasaje Lima Norte), Quino (en el mismo espacio) y Hermenegildo Sábat que rinde homenaje a los próceres del tango, en Lima sur de la línea A. Se destaca también, la obra de 1997, en la estación José Hernández de la línea D, “En el Jardín”, basada en la pintura de Raúl Soldi en la cúpula de la Galería Santa Fe.


Murales en vestíbulos y galerías.  


Al final del siglo XIX, los murales fueron dejando las iglesias para instalarse dentro de los edificios o grandes espacios públicos no confesionales. Esta conjunción viene de la mano de la difusión del art nouveau en la arquitectura porteña, especialmente con el modernismo catalán y la secesión vienesa, representada por la obra de Julián García. Hay claros ejemplos de ellos en los edificios de Moreno 1330/32, Paraguay 1330 (La casa de los azulejos), Av. Rivadavia 2031 (La casa de los lirios), Luis Sáenz Peña 274 del Arq. Julián García, así como las del Arq. Virginio Colombo de Av. Rivadavia 3220 e Hipólito Yrigoyen 2562. En estos edificios, las fachadas y muros interiores presentan ornamentaciones con relieves escultóricos, y/o también, hermosas combinaciones de azulejos, cerámicos, mayólicas y vidrios pintados.

Hacia 1930, el art nouveau deja lugar a otras expresiones, aparecen las propuestas racionalistas y en la arquitectura la Bauhaus. En esta década irrumpe el movimiento muralista mexicano, con David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco. Siqueiros ansiaba trasladar la experiencia mexicana a otros países sudamericanos, con pinturas que exaltaran las luchas sociales, combatiendo los privilegios de clase, reivindicando las culturas precolombinas, defendiendo la revolución contra el capitalismo y sobre todo, siguiendo la consigna: "¡Abajo la pintura de caballete!". La obra de Siqueiros titulada "Ejercicio Plástico", para la quinta de Don Torcuato "Los Granados", del director del diario "Crítica" Natalio Botana, fue pintada en 1933. Del equipo participaron Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino y Lino Enea Spilimbergo.

Pero el carácter de los murales mexicanos y su fuerte contenido revolucionario, no fue dominante en Argentina. Las condiciones políticas eran otras y al respecto Berni escribió: "Tomar como pretexto la voluntad de hacer una experiencia técnica no puede justificar la ausencia de contenido. Siqueiros, para realizar una pintura mural, tuvo que tomarse a la primera tabla que le ofrecía la burguesía". En sentido contrario, pintores como Berni – a pesar de haber realizado importantes murales – fueron partidarios de los cuadros de gran tamaño que pudieran transportarse. Ahí están los ejemplos de “Chacareros”, “Desocupados” y “Manifestación”.  

Al respecto, hay otra versión también. Algunos críticos mencionan que Berni desarrolló un "muralismo portátil". El concepto contradictorio, encierra el problema de muchos artistas de esa época: no había muchos espacios para el muralismo. Por eso la obra de Berni de los años 30 tiene  escala y estructura mural, pero a falta de muros, fue realizada sobre arpillera, de modo que podía ser trasladada de un lado a otro.

En 1944, nace el Taller de Arte Mural, formado por Juan Carlos Castagnino, Antonio Berni, Demetrio Urruchúa y Lino Enea Spilimbergo. Junto con Manuel Colmeiro realizan en 1946, los frescos de la cúpula de las Galerías Pacífico, (una copia argentina de las tiendas francesas, Bon Marché). Este es uno de los conjuntos murales de mayor significación y envergadura en la ciudad, al tiempo que es el único trabajo de este equipo muralistas.

Murales en las Galerías Pacífico de Buenos Aires
 El edificio surgió como una galería comercial en el siglo XIX, pero ese objetivo quedó desplazado con la instalación de los ferrocarriles británicos. En 1945, la empresa ferroviaria decide recuperar en la planta baja la actividad comercial, mientras mantiene sus oficinas en los pisos superiores. Deciden realzar el espacio y a sugerencia del estudio de arquitectos Aslan y Ezcurra convocan al Talle de Arte Mural para el programa iconográfico que abarcaba la cúpula y las cuatro lunetas ubicadas en cada una de las entradas de las galerías.


Los murales de las Galerías Pacíficos tiene esta disposición:


La obra de Antonio Berni está en el lado sur. “El amor” o “La germinación” es un mural complejo desde su temática y significado. El artista propone la germinación de la vida, ayudada por el sol, y figuras simbólicas que representan el amor y la acción del hombre en la naturaleza. Este mural se destaca por sus fuertes contraposiciones: trabajo y descanso, vida y muerte, cielo y tierra. Sus colores vibrantes ayudan aún más a entender la fuerza y la vida que representa.

La obra de Castagnino está en la luneta oeste. “La vida doméstica” refleja un conjunto de emociones e ideas vinculadas con la vitalidad, la alegría, el movimiento, la generosidad, la abundancia y la felicidad.

En el lado norte está la obra de Demetrio Urruchúa. El mural “La Fraternidad” trata sobre las relaciones entre las diferentes razas y sexos. Hay una alusión a la hermandad de las razas, pero a su vez nos habla de la individualidad, la incomunicación y la indiferencia entre las mismas. También se destaca el tema de la maternidad. Se observa que este mural es un poco más oscuro que los demás. El artista utilizaba el color gris para la mezcla de su paleta.

Al este está la obra de Lino Enea Spilimbergo. “El dominio de las fuerzas naturales” es un mural dinámico. En él, un conjunto de fuertes varones domina los mares y las montañas, registrando las dificultades propias de la navegación, la pesca y la minería. La escena plasma una visión un tanto idealista del conjunto, en que la humanidad debe resolver eficientemente sus necesidades alimenticias, metalúrgicas e industriales para que la vida social sea posible.

Finalmente Manuel Colmeiro Guimaraes. Su obra quedó plasmada en dos pechinas de la cúpula central y se basa en el relato bíblico de Génesis 3:1, a la vez que homenajea a su Galicia natal. Allí la presencia del mar, organizador del imaginario y la vida social, evoca con su eterno rumor oceánico las fuerzas últimas de las que florece la vida. 

Otra muestra del vigor del muralismo, son las obras de las Galerías Santa Fe, ubicada al 1.600 de la avenida del mismo nombre. Pintados en 1953, estos murales ocupan más de mil metros cuadrados. En el acceso por Av. Santa Fe se encuentran dos obras al fresco del catalán Juan Battle Planas. En ellas se ven personajes barbudos y proféticos, y realza el antiguo logotipo de la galería. En el centro de la galería está la obra de Noemí Gerstein, una escultura de barras de hierros soldados, la figura del hombre es expresada con los mismos materiales industriales, representan a los obreros en plena actividad. En el pasaje izquierdo está la obra "Los Músicos", de Luis Seoane, cada una de las figuras allí presentes, representan a un músico, cada uno tocando un instrumento distinto. Hacia la salida por la calle Marcelo T. de Alvear está el mural al óleo de la austríaca Gertrudis Chale inspirado en las costumbres del noroeste. También se pueden ver representaciones de Leopoldo Presas, que realizo un muro con fondo azulado, cubriendo el ancho de la galería. Hay obras de Soldi, una de ellas está en el centro de la bóveda, conteniendo una forma de espiral, teniendo una imagen de un maniquí, con imágenes de la vida cotidiana, vinculadas con la actividad de la galería. La otra, titulada "Los Amantes", había sido pintada al momento de la construcción de la galería. El nombre del mural obedece a que quería homenajear a su novia que vivía en frente. La obra restante, con mosaicos venecianos y de contenido abstracto, pertenece a Leopoldo Torres Agüero.

La mayor parte de las obras están ubicadas a una altura de 13 metros, máxima envergadura a la altura de la cúpula central. Los murales son de grandes dimensiones como los de Presas y Torres Agüero que tienen 40 por 15 metros. Fueron objeto de varias restauraciones. La última y más importante fue a fines del 2007. En diciembre de ese año, el gobierno municipal declaró Patrimonio Cultural de la Ciudad este conjunto pictórico. 
Desde la década de 1950 y hasta la de 1970, surgieron muchas expresiones de este tipo en la ciudad. Al “Ejercicio Plástico” de Siqueiros en 1933, en la quinta de los Botana, les siguió la gran empresa de las Galerías Pacífico en 1946. Siete años más tarde se realizan los murales de las Galerías Santa Fe. Y más tarde se realizan los murales que narran la historia del teatro judío en el IFT, los de la Galería Flores de Urruchúa, Castagnino y Policastro y los de Luis Seoane en la Galería Victoria y el Teatro San Martín.

La temática social de Quinquela Martín y el muralismo combativo de Ricardo Carpani 


Siguiendo otro camino, el de testimoniar la vida, colores, trabajo y gente del puerto del Riachuelo, del barrio de La Boca, Benito Quinquela Martín, pintó una serie de murales que hoy apreciamos en la Escuela Museo Pedro de Mendoza, en el Teatro de la Ribera, y en otros edificios públicos, como el ex edificio de Obras Sanitarias de la Nación, en Marcelo T. de Alvear y Av. Callao, los del Teatro Regina. Se destacan en la Escuela Museo, especialmente los realizados en cerámica, y de ambos: "El desfile del circo", fabricado por los talleres de la Escuela Otto Krause.

Entre los muralistas de temática claramente combativa, es Ricardo Carpani, uno de los más representativos. Sus pétreas y fuertes figuras humanas, luchadoras, sin claudicaciones, llevan su sello distintivo. El tema reiterado en su obra es del trabajo en las fábricas, las chimeneas, las manos de grandes puños cerrados como símbolo de lucha.

Perteneciente al Grupo Espartaco, no es ajena la influencia del brasileño Cándido Portinari. El grupo logró darle sentido a esos rostros duros con puños en alto que hoy identifican al trabajador que lucha por sus derechos. En el manifiesto titulado "Por un arte revolucionario latinoamericano", los artistas proclamaron: "Es imprescindible dejar de lado todo dogmatismo en materia estética; cada cual debe crear utilizando los elementos plásticos en la forma más acorde con su temperamento, aprovechando los últimos descubrimientos y los nuevos caminos que se van abriendo en el panorama artístico mundial".

Realizó los afiches de la Confederación General de Trabajadores, entre ellos los de la huelga general de 1961 y los del Cordobazo y varios murales en edificios sindicales, entre ellos, el del Sindicato de los Obreros del Vestido en Tucumán 737. Otro integrante del Grupo Espartaco, Juan Manuel Sánchez, realizó los murales de Paraguay 1269 y Junín 200. Carpani pudo aplicar a su obra mural, algunos de los principios que en la década del 30, surgieron de la revolución mexicana.

A fines de siglo XX, esta propuesta fue tomada por los artistas del Taller Muralista de la Unión de Trabajadores de la Educación. En el  cruce de las avenidas Garay y Paseo Colón, se encuentra el mural  “Educación o Esclavitud”, una obra de 300 metros cuadrados, que obliga al transeúnte a levantar su mirada para ver retratado el enfrentamiento en Plaza de Mayo entre los educadores y las fuerzas de seguridad. Todos ellos han logrado sobrevivir al tiempo, la humedad y la desidia de los gobiernos.

Existieron y existen muchos grupos o colectivos de arte mural, arte público, o artistas que han realizado murales en los últimos quince años, tal vez un poco más. Se pueden mencionar al Grupo de Trabajo Mural Esteban Ferreyra  (Claudio Dalcó, Néstor Portillo y Marta Sottile),  MuroSur (Marcelo Carpita, Gerardo Cianciolo), Contraluzmural (Néstor Portillo, que anteriormente había realizado el taller de gráfica política y muralismo para la Unión de Trabajadores de la  Educación, de la ciudad de Buenos Aires),  Filete Colectivo (arte público y muralismo), Paredón y Después (de la localidad de La Matanza) y la experiencia de TAPIS (una experiencia de muralismo y arte público de la artista platense Cristina Terzaghi junto a alumnos de la Facultad de Artes de La Plata).   


Otras opciones, nuevas propuestas.


La recuperación de la democracia en 1983 y el colapso institucional y social de 2001 en Argentina fueron la matriz cultural y política para el resurgimiento y desarrollo del muralismo con un amplio universo de obras, artistas y técnicas, sumándose a las nuevas formas de arte y comunicación pública: esténciles, arte urbano con aerosol, grafitis visuales, gigantografías, pantallas e intervenciones urbanas. 

El muralismo argentino revivió y persiste como tradición de arte social: artistas y/o militantes hacen murales para reflejar un hecho social, político o cultural de gran impacto en la comunidad. También se abrieron estilos y concepciones nuevas vinculadas a relecturas del muralismo tradicional y la aparición del grafiti visual en los muros públicos.

 Mural con la técnica del fileteado, en la cortada San Lorenzo, San Telmo

También generaron obras murales artistas provenientes de subculturas urbanas juveniles, rock, el auge del diseño, entre otras variantes que no tienen vínculos necesariamente con otros llegados de las escuelas de arte, de la militancia en organizaciones sociales o políticas o con caminos cercanos a estos campos de acción. Un ejemplo paradigmático, quizás, es Alfredo Segatori, aerosolista, escenógrafo, que es el autor del mural de mayores dimensiones en el mundo.  Está en la calle Lavadero del barrio de Barracas y tiene 2.000 metros cuadrados. Es un homenaje a Quinquela Martín y se titula, precisamente, “El regreso de Quinquela”.

En una entrevista periodística reciente, Lean Frizzera comentaba: "La práctica del muralismo es una tendencia europea y brasileña, donde está el point del arte contemporáneo latinoamericano. En Brasil, hay una explosión de la actividad que es impulsada por el gobierno. Acá ocurre algo similar, pero sin apoyo estatal". Frizzera es el autor de una obra cuyo tema es un  dragón de tres cabezas que puede verse en la parte alta de la medianera de un edificio de la calle  Malabia, a pocos metros de la avenida Córdoba.

 Nuevas expresiones. Mural en la calle Estados Unidos, barrio de San Telmo

Entre las últimas grandes obras destacables que se realizan en Buenos Aires, hay que mencionar la de Martín Ron y Nase, en la esquina de Scalabrini Ortiz y Soler, de 25 metros de alto por10 de ancho, elaborada a 15 metros del suelo, sobre la pared medianera de un edificio. Otros murales destacables se han realizado en distintas partes del barrio de La Boca, en las calles próximas a la Usina del Arte, además de la ya citada de Segatori en Barracas.

Finalmente, queda por destacar que los murales forman parte del paisaje urbano; transforman los muros silenciosos y grises en testimonios de imaginación, memoria y cultura. Muchas de estas obras dependen de la preocupación ciudadana para su mantenimiento, como los de la calle Lanín, obra de Marino Santa María. El Estado no tiene este patrimonio dentro de sus principales preocupaciones.

Paredones de redes de ferrocarriles y muros callejeros es donde los nuevos muralistas desarrollan su expresión estética más vinculada al cómic, el diseño, la animación y el arte digital que a ciertas tradiciones del muralismo como arte social.  Esta pequeña pero representativa muestras de artistas, muralistas y obras responde a una gran diversidad y vitalidad del arte mural argentino desde hace más de dos décadas.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tus comentarios