El espacio que ocupan los edificios de la
zona llamada Catalinas Norte es un
puro desafío al cielo y al vértigo. Esto último en la calle, en la velocidad
con la que se maneja el tránsito y se mueve la gente. Lo primero es la
envergadura de los edificios que, sin ser excepcionalmente altos, pareciera que
se fueran a comer las nubes. Las estructuras vidriadas del conjunto, generan
reflejos y efectos espejo durante el día, cambiando la coloración de los
edificios según la posición del sol. Por la noche, la soledad de la avenida y
las calles interiores, entre edificios, permite visiones lumínicas desde el
interior que, vistos desde abajo los edificios en su conjunto, parecen inmensas
naves dispuestas a partir a alguna galaxia. Esta es una visión particular de
este lugar de Buenos Aires, que creció exponencialmente en apenas 30 años.
Los terrenos de
la Avenida Leandro N. Alem que dan sobre el sector Este (del lado del río)
siempre fueron un enorme playón de maniobras de los ferrocarriles argentinos.
La zona quedó comprometida como el ante puerto, tanto del viejo como del nuevo
puerto de la ciudad. Los 300 metros que van desde la Avenida Córdoba hasta la
calle Marcelo T. de Alvear coinciden espacialmente con la Dársena Norte. Es
decir, el extremo norte de los diques del viejo Puerto Madero y la ante sala
del nuevo pensado por el Ingeniero Huergo. En cualquier caso, toda esta zona
fue un sector de maniobras de trenes de carga. La vista que siempre se tuvo
desde la barranca de la plaza San Martín y las pendientes leves de las calles
Paraguay y Marcelo T. de Alvear siempre fue un horizonte un tanto deprimente,
que impedía ver el auténtico horizonte sobre el río. Aquí, la ciudad de Buenos
Aires amanecía entre hierros, vigas, vías, vagones de madera y grúas móviles.
Pero las
transformaciones de la década de 1990, produjeron un cambio radical. La década
noeliberal fue pródiga en privatizaciones y desguaces de gran parte de los
bienes del Estado. Y en ese marco, el sistema ferroviario fue una víctima
precisa. Se priorizó el transporte por carretera, los puertos cerealeros pasaron
a ser los del litoral del Paraná y Bahía Blanca. Entonces la ciudad de Buenos
Aires perdió esa enorme masa de granos que se acumulaba, antes de embarcar, en
esos playones de carga contiguos a la Avenida Alem. La zona dejaría de ser un
lugar de paso hacia Retiro o la City porteña para albergar oficinas de las empresas más importantes del país.
Proyectos sobre
este espacio siempre hubo. Buenos Aires es la
ciudad de los proyectos y el lugar daba lugar para la imaginación de
urbanistas y arquitectos. En un rápido recorrido histórico, cuento que “en 1872 Francisco Seeber creo una sociedad
anónima llamada The Catalinas Warehouses and Mole Company Ltd., o Sociedad
Anónima Depósitos y Muelles de las Catalinas, con el propósito de emplazar un
muelle (a la altura de la calle Paraguay) y una aduana.[1] Para ello adquirió
los entonces ribereños terrenos que se encontraban al este del Paseo de Julio
(hoy Avenida Leandro N. Alem)”. Esto lo dice el sitio Wikipedia en la página
Catalinas Norte. Más adelante agrega: “Ya que en la esquina de las calles Viamonte
y San Martín se encontraba, y aún se encuentra, la Iglesia de Santa Catalina,
la zona era conocida como la bajada de las Catalinas,[1] y de allí derivó el
nombre de la empresa y posteriormente, del depósito portuario y muelle. Con la compra
de más terrenos en el actual barrio de La Boca, se denominó Catalinas Norte a
la sección original, y Catalinas Sud a las recién adquiridas.[1] Con la
construcción del Puerto Madero en la última década del siglo XIX, el muelle de
las Catalinas fue desmontado”.
Así estaría
explicado el comienzo. Luego se produjeron una sucesión de compras y ventas de
lotes, creación de nuevas sociedades, más proyectos y mejores propuestas. Pero
el extenso espacio que va desde la Avenida Córdoba hasta la plaza de la Torre
de los Ingleses, siguió siendo un playón de carga, luego transformado en baldía
y más tarde ocupado como playa de
estacionamiento. En la década de 1970 toma impulso la iniciativa gubernamental
de alentar la urbanización del lugar. En 1972 se inaugura el Sheraton Buenos
Aires Hotel. En 1973 la Torre Conurban, en 1974 la torre Carlos Pellegrini y en
1975 la Torre Catalinas Norte. En 1976 comenzó
la construcción de la Torre Madero y un poco más tarde al Torre IBM que
nos serían terminadas hasta cinco años después, fruto de los vaivenes
económicos nacionales. Pero recién a mediados de la década de 1990 todo el
lugar toma el verdadero impulso de construcción y urbanización, convirtiéndose
en la zona más cara de Buenos Aires. La privatizaciones de las instalaciones
ferroviarias y el desarrollo inmobiliario y comercial de lo que hoy es Puerto
Madero, terminaron por configurar
definitivamente el lugar. De esa época son las torres gemelas Catalinas Plaza y
Alem Plaza. Luego se extendería el boom inmobiliario hacia la calle Lavalle con
la construcción de las torres Fortabat y el edificio de César Pelli.
Este espacio
urbano tiene muy poco que ver con su origen y posterior utilización. Buenos
Aires ya no es el puerto cerealero de Argentina. Al menos no es el más
importante, sino más bien de tercer orden. El desarrollo de la ciudad como
principal centro cultural latinoamericano y gran polo financiero sudamericano,
impuso nuevos usos en el corredor contiguo a la ribera del Río de la Plata. Un
río que los porteños no ven por la muralla que forman estos edificios vidriados
que se reflejan entre sí y copian el cielo. Pero la perspectiva que ahora se
tiene desde el río hacia el interior urbano, ya no es la de un puerto de
actividad febril en esa zona. La imagen es la de una ciudad de edificios enormes que le dan una identidad
nueva.
Para una
información más pormenorizada sobre los aspectos históricos y arquitectónicos
de la zona denominada Catalinas Norte, sugiero consultar los portales de
Wikipedia, Arcón de Buenos Aires y Moderna Buenos Aires.
Fotos: ©sarmiento-cms
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